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Oído, visto, leído

Hillary vs Trump

Gane quien gane dentro de unas horas, Estados Unidos ya ha perdido. Y por goleada. En una campaña tan cutre, obscena y barriobajera como pocas veces vista, la sola posibilidad de que alguien como Trump pueda convertirse en el hombre más poderoso de este planeta, además de hacer que un escalofrío te recorra por la espalda, dice muy poco (y todo malo) de esa sociedad. De la misma manera que nuestra percepción de Italia cambió cuando decidieron tener un presidente que organizaba orgías en sus chalets de lujo, o que a los marbellíes les estaba bien empleado por elegir como alcalde a alguien que se entendía mejor con los caballos que con las personas, la sociedad americana (si se puede hablar de «una» sociedad?) ha mostrado su peor cara en este juego de despropósitos que ha sido esta lamentable campaña.

En el estupendo documental Hillary vs Trump que ha estado emitiendo Movistar #0, durante la pasada semana, y que analiza década a década y desde sus inicios la evolución de ambos personajes, se ve de manera meridiana como el bueno de Donald ha ejercido siempre, desde su más tierna infancia, como el matón de la clase, arreando derechazos a diestra y siniestra, y sin que nadie le pusiera freno.

El documental se inicia con un detalle curioso, y que da lugar a la reflexión: la cena de corresponsales extranjeros de hace un par de años -antes de que decidiera presentarse a la primarias del partido republicano- donde Obama aprovechó para mofarse con retórica ingeniosa de Trump, y desmontar las mentiras que iba diciendo de tertulia en tertulia sobre su nacionalidad. Pero la moraleja es que a tipos como este no se les para con juegos florales, ni con inteligentes frases de cara a la galería, ni con la indiferencia o el desdén. A estos especímenes hay que tomárselos en serio, y pararlos antes persiguiéndoles por tierra, mar y aire -cometen ilegalidades cada día, y a cuál mayor- con los fiscales de justicia, con los sabuesos de Hacienda, con los inspectores de trabajo, porque si no es así, pasa lo que pasa. Eso, o también ayuda tener como candidato contra él a alguien con el liderazgo suficiente para no darle ni una posibilidad de que aplique el juego sucio. Lo cual no es el caso, porque además de que cualquier comparación entre Obama y Hillary Clinton es dolorosa y odiosa, la ínclita «sólo» lleva casi cuarenta años en política, y tiene más de un muerto y más de dos en el armario. God Bless you, America, y que sea lo que dios quiera para el resto.

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