De un tiempo a esta parte, la Conselleria de Educación ha centrado sus recursos, argumentos y objetivos en la imposición del valenciano. No se oye hablar de otra cosa al conseller Vicent Marzà que, un día sí y otro también, insiste en sus planteamientos a pesar de que la inmensa mayoría de la sociedad no está con ellos.

Mientras el conseller sigue obcecado en demostrarnos que lo que los demás percibimos como un círculo es, en realidad, un cuadrado, el sistema educativo se resquebraja de la base a la cúspide. Es decir, desde la Educación Primaria y básica hasta las universidades, cuyos rectores se ven obligados un año sí y otro también a hacer equilibrios en el alambre de las cuentas para sacar adelante sus presupuestos anuales.

Con toda solemnidad, en el inicio del curso de las universidades públicas celebrado en Castellón (septiembre) Puig anunció mejoras. En realidad, se refería al reconocimiento de la carrera profesional del Personal de Administración y Servicios, aunque obvió decir «de aquella manera», pues el compromiso que ha adquirido a través de las nuevas cuentas para el ejercicio de 2017 es que a partir del 1 de enero «se iniciará el proceso de implantación progresiva del complemento de carrera profesional del personal funcionario de carrera y laboral fijo de administración y servicios de las universidades públicas», según han recogido algunos medios.

Por tanto, habrá periodo transitorio de 3 años y los trabajadores afectados no verán sus beneficios de entrada. Dicho claramente, recuerda a aquella tienda de ultramarinos que colgaba en su puerta cada mañana «hoy no se fía, mañana se fiará».

Por lo que respecta a la financiación general de las Universidades, resulta obvio que ni Puig ni Marzà han cumplido las expectativas. Lo que parecía que iba a convertirse en un maná de millones para mejorar el grado más alto de la Educación Pública, se ha transformado negro sobre blanco en un estancamiento de las cuentas de tal calibre que nadie está contento. Esencialmente, porque la principal dificultad con que van a encontrarse es con la de cerrar las cuentas del ejercicio.

Serán poco más de 671 millones. Curiosamente, sólo seis más de los 665 del PP en 2014, lo que impide innovar, gestionar y generar con la vista puesta en el futuro de los jóvenes que acceden a la educación universitaria.

En los últimos años de gobierno del PP, la crisis lastró lastimosamente las cuentas. De modo, que no se puso distribuir para mirar hacia el futuro, sino tan solo para afrontar el presente y cubrir en la medida de lo posible los agujeros que quedaran de cada ejercicio.

El actual tripartito criticó abiertamente aquella situación. Y habló de un nuevo marco de financiación. En suma, más dinero. El discurso agradó a los rectores, que confiaron en ellos en espera del maná, que no ha llegado ni se le espera de momento.

El recurso del tripartito -ya lo conocemos por gastado- será echar la culpa al PP. Pero obviarán, eso sí, la realidad de que los que ahora se presentan son los segundos presupuestos que hacen PSOE, Compromís y Podemos y que con un año al frente del Ejecutivo autonómico debía existir una política económica clara más allá del llanto y crujir de dientes permanente.

Lleva camino este Consell de conseguir tres cosas: una, empeorar más las cuentas públicas de la Generalitat. Otra, avanzar en la legislatura sin solucionar un solo problema. Y, la tercera, arruinar a otras administraciones hasta la fecha saneadas, como son las diputaciones.

Pero poco o nada debe importar todo ello a un conseller que está en lo suyo: la imposición del valenciano y machacar a la educación concertada, con docentes que llevan meses sin cobrar, según han reflejado también los medios.

El futuro de las universidades públicas en la Comunitat Valenciana pinta marrón oscuro a pesar del esfuerzo de rectores y equipos rectorales por mejorar servicios, prestaciones y alternativas.

Pero Marzà sigue a lo suyo. Y entre sus preferencias más inmediatas no parecen estar aquellas que ahogan el sistema educativo en esta Comunitat. Como a muchos de sus compañeros en el Consell, la realidad les queda lejos. Será que ellos también están estancados y su estancamiento sacude a toda la sociedad. Es lo que ocurre cuando se vive en un permanente estado de inmersión.