Hubo un rumor por la capital que hacía ministro a Rufián. Como Rajoy es previsible, no lo nombró el otro día. La verdad es que habría matado dos pájaros de un tiro, que es un dicho popular. Lo haría un hombre suyo y a los catalanes se les pondrían los pelos de punta. Porque Rajoy es muy poco dado a las sorpresas, ese chascarrillo circuló a altas horas de la noche. A muy altas horas de la noche, y en sitios no recomendables. De aves nocturnas, vamos.

Yo daría lo que no tengo por enfrentarme dialécticamente a ese parlamentario con ritmo pausado y disparates varios. Deberían, de vez en cuando, dejarnos subir cinco minutillos de ala a ese atril con los 350 diputados expuestos para dirigirles algunas palabras, que no palabrotas. Estos de la nueva política de la vivienda protegida, y tanto que les gusta la participación, deberían proponer un día al año del contribuyente cabreado. De ese que también quiere intervenir, como dejamos en los plenos municipales alguna vez. Por sorteo, que yo me apunto.

Y yo, querido lector, le dirigiría mi parlamento a ese recién llegado que nació en 1982, y no hablaría de nadie más, se lo juro por Snoopy.

Mi discurso sería tal que así. Señora Presidenta del Congreso, señorías. Agradezco esta oportunidad democrática que me brinda el Parlamento para contestar a su señoría Rufián, con motivo de la ristra de barbaridades y vomitivas interpretaciones que hizo el otro día en esta sede. Señor Rufián, sin jugar con su apellido, que poca culpa tiene su familia de tener un pardal como usted, me gustaría articular un discurso sin insultos. Me va a costar, pero lo intentaré. Porque insultos sí que vertió usted contra las víctimas de ETA. Sí. Cuando usted no era de este mundo, ETA ya pegaba tiros en la nuca, ponía bombas y secuestraba. Y esos de ETA, eran jaleados, o respetados, por el parlamentario al que usted aplaudió a rabiar. Y mientras usted se comía los mocos en el cole, cientos de personas llevaban escolta por pensar. Por pensar, que es lo que usted no ha hecho cuando ha «comprado» el relato de los malnacidos terroristas, y de sus compis.

Claro que era normal que aplaudieran los partidos que habían puesto los muertos, mientras usted jugaba al teto. Claro que lo indignante y repugnante es ver como los suyos, los de Esquerra Republicana de Cataluña, pactan con el partido corrupto del 3%. Y esos, que son más de derechas que la Merckel, son buenos porque sirven para la locura independentista de la barretina que sólo es para los vuestros. Ese día, señoría Rufián, usted no estuvo desacertado. Estuvo, como dicen los jóvenes, «para allá». Se dice, que eso sólo puede ser fruto de algún carajillo de más. Ya me habría gustado que, como hacen los obreros de la construcción, se hubiera tomado usted un carajillo español. Que no salen ronchas. Porque si hubiese sido bajo los efectos de ese licor, tendría su explicación la sarta de escupitajos, que usted arrojó en esta sede parlamentaria. Pero lo grave, es que fue totalmente sobrio. Y entonces, ya no caben especulaciones como la que expuse, diciendo que se rumoreaba que Rajoy lo iba a nombrar a usted Ministro del Carajillo.

En este corto espacio que me deja la Presidenta del Congreso, no tengo tiempo para decirle todo lo que he oído en la calle de usted. Lo ha conseguido. Ha conseguido que sólo le aplaudan los que están de acuerdo con la sociedad del «encabronamiento». Tiene su mérito, créaselo. Durante esta legislatura, usted dará minutos de gloria. Sus monólogos podrán ser reproducidos en cualquier sala de alterne mientras se contonea en la barra fija.

Termino señora Presidenta. Señoría Rufián, haga el favor de no bajar el nivel. Aunque se tenga que enchufar un carajillo. Que no nos queremos aburrir. Eso sí, la próxima vez que se refiera usted a las víctimas del terrorismo, haga como en la película La Naranja Mecánica. Enchúfese los videos y las imágenes de la sangre derramada. Si no le conmueve, usted, aunque lo voten, merecerá el mismo respeto que los nazis. Ninguno. Hágaselo ver, antes de volver a subir.