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Javier Mondéjar.

El indignado burgués

Javier Mondéjar

Renunciamientos

A todos nos llega ese instante de la vida en que somos conscientes de que jamás ganaremos Wimbledon y mucho más tarde -conformándonos con nada- que ya no tenemos edad para bajar de 60 minutos en los 10K. Hay otro momento atroz en que sabes que rico de verdad ya no vas a ser y que tus padres biológicos no eran los reyes de Kafiristán que te dejaron en una papelera cuando eras un tierno bebé y, por tanto, no heredarás ni cetro ni corona. La decadencia comienza cuando reconoces que nunca tendrás un interludio romántico -excusen la expresión, pero soy un caballero- con Jacqueline Bisset y luego te das cuenta de que no conseguirás el Nobel de Literatura y así hasta conformarte con seguir vivo y tener cierta calidad de vida, que no es poco, pero que comparado con los sueños no deja de ser magro conformar.

En realidad yo no he renunciado a nada, es la vida la que te va retirando sin que puedas hacer nada por detener el tiempo que se escapa como arena entre tus dedos. La única renuncia de la que tengo constancia es la que hicieron en mi nombre mis padrinos en mi bautizo -mi tía Mari y mi tío Mariano- cuando renunciaron a Satanás, a sus pompas y a sus obras. Y digo yo: ¿por qué tengo que renunciar al Diablo que me cae bien y no a Rajoy que me cae fatal? ¿Estoy a tiempo de cambiar ese renunciamiento? Supongo que el Papa Francisco no me daría bula y no porque le caiga bien Mariano, que no debe caer bien a nadie, sino más bien por el pequeño detalle de eliminar la renuncia a Lucifer, que por mucho que los tiempos estén cambiando me temo que hay reaccionarios en la Iglesia que siguen con sus manías tontas. Reivindico a Satán, al fin y al cabo siempre va de cara y no miente a «naide nenguno», no es como los de Podemos que sermonean contra la especulación inmobiliaria, jalean a los okupas y al mismo tiempo pegan un pelotazo del 20,5 por ciento en nueve meses con una vivienda protegida. Olé los principios.

Sin embargo hay gente a la que la vida le da la oportunidad de cambiar de caballo a media carrera y si no ahí tienen a Sánchez, también llamado Snchz. Pablo de Tarso se cayó del caballo y es evidente que el golpe le afectó en su criterio -tengo dos roturas en mis huesos de sendas caídas y sé de lo que hablo, que esos bichos están muy altos y corren que se las pelan- pero conversiones así entran pocas en la docena. Sánchez, en cambio, se llevó una bofetada de realidad cuando andaba convencido de que se subía al Falcon oficial para alternar de tú a tú con los Hollande, Merkel y Trumps del Mundo. O eso o mentía como un bellaco con su ideología, porque con los principios que le contó la otra tarde a Evole no es que el PSOE se hubiera desplomado en las terceras elecciones, es que probablemente hubiese llegado a ser extraparlamentario. Además de adelantar a Iglesias por la izquierda, arrancándole las pegatinas, es que parecía más nacionalista que Puigdemont, que nunca parece entusiasmado con el «procés». Eso sí que es renunciar al pasado y reinventarse.

El «rufianismo» de Sánchez -por cierto, que chico más faltón, parece Federico Losantos- que ahora percibimos todos los españoles se ve que era conocido de antiguo por la acorazada Brunete de su partido y de ahí el golpe de estado. Seguramente por eso le pusieron tan clarita la línea roja de los pactos posibles y los imposibles, no fuera a ser que acabara cantando «A las Barricadas» en el Congreso Federal. Ya se sabe, es dicho antiguo, que los socialistas valencianos desde hace años son maestros en ganar guerras internas y perder elecciones y que no suelen coinciden los intereses de los militantes con los de sus posibles votantes, cada vez más divergentes. Con los nuevos/viejos principios de P.S., ni les cuento dónde llegarían, le faltó proponer un nuevo Congreso de Suresnes para volver al Marxismo y congraciarse aún más con los podemitas.

No sé yo si en los partidos políticos se pueden cambiar cromos como peloteros en los clubes de fútbol. Modestamente propondría canjear a Errejón por Snchz, al fin y al cabo cada uno de ellos parece que estaría más confortable en el partido contrario y los electores agradecerían no tener que tomar valium ni paracetamol antes de depositar su papeleta. Para ser cautos haría como el Real cuando vende jugadores, que se reserva una opción de recompra no vaya a ser que se salgan en su equipo de destino marcando goles a mogollón y se nos quede cara de tontos. Me sorprendería que los goles que no ha marcado ya los vaya a convertir en su nuevo partido, pero ya se sabe que en los equipos siempre hay celillos: que si Susana nunca me pasa la pelota, que el entrenador Rubalcaba me tiene manía, que el presidente González es un abuelo cebolleta pelma recordando a Di Stéfano y las glorias pasadas, que si el himno de las «mocitas madrileñas» es preferible o no a La Internacional?

Lo que no hará falta es la famosa «cláusula del miedo», esa que se pone para que el jugador no pueda competir contra su antiguo club. El glorioso pasado electoral del muchacho -de derrota en derrota hasta el apocalipsis- hace prever que lo mismo el PSOE, con Snchz en Podemos, ganaba por goleada.

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