L a fecha del año de inauguración del Cementerio Municipal de Torrevieja ha sido modificada. En la placa o lápida colocada a mano izquierda, nada más acceder a este recinto por su puerta principal, se leía la fecha de 1888. Desconozco cuándo esta cifra fue trastocada, un tanto chapuceramente, sustituyéndola por la de 1898. Es decir, la sitúa como dos lustros más joven.

Las llamadas «seis uves dobles» son como el aeiou de la información. A saber: ¿Qué ha pasado?; ¿Dónde?, ¿Cómo?, ¿Quién o quiénes?, ¿Cuándo? y ¿Por qué?

En el caso del camposanto torrevejense sólo conocemos lo sucedido y el lugar. La respuesta al resto de los interrogantes «está en el viento» como canta el reciente premio Nobel de Literatura Bob Dylan el cual, a mi juicio, debería haber compartido al alimón con Joan Manuel Serrat.

Personalmente, del detalle del cambio de fecha en la lápida referida solo había reparado en un burdo rasquijón en el negro mármol. Fue el cronista oficial de la ciudad, Francisco Sala Aniorte, quien lo reflejó de pasada en el transcurso de una interesante y documentada charla en el Casino donde disertó sobre los hechos históricos más significativos acaecidos en torno a «La muerte» en estos lares.

Sala, una persona que merece mas atención de la que le han prestado y le prestan las llamadas fuerzas vivas locales, me comentó a posteriori no saber nada más de lo dicho sobre la «lapidica», salvo que el estropicio realizado en ella se había perpetrado hace pocos años.

En un lugar como Torrevieja, con algo más de 200 años de una historia paradigma de cafrerías (con todo respeto a la antigua tribu de Los Cafres), nadie caza sin galgo y todo lo acontecido se realiza con algún fin... a veces inconfesable. Por ello, me tiene mosqueado lo del Cementerio Municipal; mientras, a quienes corresponde, no ofrecen ninguna explicación.

Sobre el tema estuve hablando con el licenciado en Geografía e Historia Mariano Galán. Profesor hasta su jubilación en el instituto Libertas de la ciudad. Este torrevejense, amante de su pueblo, su historia y sus historias, me cuenta cosas difíciles de creer, aunque significativas sobre el funcionamiento de las cosas en estos pagos, pese a que algunas de ellas hayan sido subsanadas.

Resulta que, a la hora de retirar de los edificios públicos y espacios municipales las placas con los nombres de las personas condenadas por corrupción en Torrevieja, en relación al exalcalde Pedro Hernández Mateo, han arramblado con todos los textos explicativos, en una acción llevada a cabo por parte del gobierno municipal del cuatripartito.

Así, en los paneles de bronce situados a la entrada del Recinto de las Eras de la Sal, reflejando los nombres de centenares de trabajadores salineros que a lo largo del tiempo se dejaron la piel en aquellas brutales instalaciones, habían retirado las explicaciones del sentido de este recuerdo.

Es como si en un antiguo templo del norte de Europa, cuya ubicación no recuerdo, sólo perduraran los nombres de personas fallecidas sin explicar que fueron pescadores que perdieron la vida faenando en el mar. Hicieron lo mismo con la placa del Monumento al Salinero, en un desaguisado ya resuelto. Se han eliminado de las placas conmemorativas el nombre del exalcalde dejando los textos descriptivos. Aún así sigue sin aparecer la leyenda colocada en su día en el monolito realizado por Rafael Torres en el Barrio de La Mata conmemorando el segundo centenario de la creación de Torrevieja como ciudad. Cualquier caminante, actualmente turista, que pase por el lugar desconocerá de qué va el monumento. Galán -un jocoso que las mata callando- comparte una red social con sus amigos, entre ellos algunos torrevejenses ausentes, e inserta alguna de estas columnas. El otro día le comunicó uno de ellos su extrañeza por el hecho de que un servidor, a estas alturas, ande paseándose en un descapotable. «Y muy chulo», apostilló Galán. Total que teniendo como fondo el velero de nuestra penas comunes, el Pascual Flores, y los pesqueros de cerco arribando al muelle, me fotografió de buena mañana a bordo del «scooter» a pilas.

Por lo demás, recordar que por Todos los Santos nieve en los altos; por San Andrés, nieve en los pies; por San Andrés, mata la res; y, también, bendito es el mes que empieza por todos los santos y acaba por San Andrés. Noviembre el mes más triste del año en Torrevieja. Menos mal que hemos tenido Halloween.