La izquierda no volverá a gobernar en España si no hay un acuerdo entre el PSOE y UP-Podemos. Si como han repetido de facto los barones se cierra esa posibilidad, el PP tiene garantizado el gobierno para los próximos lustros o décadas. Ha desaparecido el bipartidismo para llegar a un sistema de cuatro partidos importantes de ámbito estatal, pero con la «cuarentena» a Podemos, llegaremos al monopartido: el único partido con capacidad de gobierno es y será el PP, sólo o en gran coalición con el PSOE, o dándole este el apoyo parlamentario.

La composición del nuevo gobierno del PP dice más de lo que pretende el reelegido presidente Mariano Rajoy, que su discurso de investidura. Las áreas económicas, fiscal y laboral están en las mismas manos: De Guindos, Montoro, Báñez y Álvaro Nadal, el que era jefe del equipo económico de Moncloa. Las leyes presupuestarias, los ajustes demandados por Bruselas, la reforma laboral, la política industrial y energética se van a mantener íntegramente. Administraciones públicas, incluido el «tema catalán», corresponde a la vicepresidenta. Aquí no va a haber negociación ninguna. Los pactos llevan camino de ceñirse al sistema de pensiones, ahora que está vacía la hucha, y a los ajustes presupuestarios.

La Gestora del PSOE se inventa ahora que necesita un plazo de reflexión para redefinirse, cuando hace dos o tres años se celebró una conferencia política justo para eso, y coordinada por Ramón Jáuregui y Pedro Sánchez. La secretaria general del PSOE andaluz, Susana Díaz, predica que hay que «redefinir» al PSOE como un partido de «amplias mayorías», y se pone de ejemplo. Ese debate, aunque podría simultanearse con el proceso congresual, así planteado como previo, llevaría el Congreso del PSOE al próximo verano para «enfriar», dicen, la situación interna -y esto no lo dicen, la candidatura de Pedro Sánchez-. Pero, además, hará coincidir el proceso de asambleas y elecciones de delegados con el momento, desde mayo, a partir del cual Mariano Rajoy podrá disolver las Cortes y convocar elecciones. Pillaría a todos con el pie cambiado. Bajo esa amenaza la oposición no sería ni testimonial.

La chapucera conspiración palaciega que ha conducido a la fractura por mitades del Comité Federal socialista y a la dimisión de Sánchez no tiene intención, por lo que se ve, ni de tender puentes ni de coser desgarros. Además, un juzgado en Aragón ha admitido a trámite una demanda judicial de que todo lo actuado en el PSOE sea declarado «nulo de pleno derecho», por no atenerse a lo que estipulan los estatutos. Si dimite el secretario general no prevén otra cosa que Congreso Extraordinario. En ningún artículo se habla de gestora. Vaya perspectiva panorámica.

Pero lo realmente grave es la situación de desconcierto y desilusión del electorado que no entiende las luchas internas. El mejor indicador del efecto que ha tenido el conflicto lo va a recoger el próximo Barómetro del CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) sobre intención de voto que debe publicarse esta próxima semana. Las encuestas han debido hacerse en los primeros días de octubre por lo que recogen los efectos de la defenestración de Pedro Sánchez. Las decenas de miles de firmas, más de 90.000, muestran a una parte muy importante de los afiliados indignada que reclaman la elección de un nuevo secretario general. «Cuánto más tiempo se mantenga una situación que gran parte de los afiliados y de la opinión pública consideran como irregular e impropia, mayor será el descrédito y la falta de credibilidad que caerá sobre las espaldas del PSOE», ha escrito José F. Tezanos, sociólogo, y persona muy próxima a Alfonso Guerra.

El panorama no es nuevo, en la República Federal Alemana, las medidas derechistas conocidas como Agenda 2010 llevaron a una escisión del SPD (Partido Socialdemócrata), en 2003, que se uniría a los antiguos comunistas para crear La Izquierda (Die Linke), hoy es el tercer grupo en el Parlamento alemán, por delante de Los Verdes. Desde entonces, el SPD ha rechazado gobernar en coalición con La Izquierda salvo en los gobiernos regionales. En 1998 gobernó en coalición con Los Verdes hasta 2005. Posteriormente, se impuso la gran coalición liderada por la derecha o con programas como la Agenda 2010. Y ahí sigue la canciller Merkel. Y no hace falta irse tan lejos, en el PSOE de Alicante hay quien se ha sentido muy feliz, durante décadas, ganando asambleas y perdiendo elecciones. Incluso ha contribuido a exportar el modelo de partido: un PSOE con vocación de oposición.