3.800 es el número de migrantes desesperados que murieron intentando cruzar el mar Mediterráneo en lo que va del año, y con aún dos meses por delante, ya se ha superado el récord histórico anual. En 2015, el saldo total fue de 3771 muertos. Este nivel tan elevado de muertes se produce a pesar de que disminuyó claramente el número de migrantes que intenta cruzar a diario el Mediterráneo.

Mientras que el año pasado más de un millón de personas intentaron la peligrosa travesía, en éste ya lo han hecho unas 330.000. Esta fuerte baja se debe principalmente al controvertido acuerdo firmado en marzo pasado entre Turquía y la Unión Europea (UE) para frenar las llegadas de migrantes a las costas griegas.

Una de las principales causas que explican el gran número de muertes se vincula a la precariedad de las embarcaciones utilizadas por los traficantes de humanos, que cobran grandes sumas de dinero para cruzar a miles de personas que sueñan con llegar a Europa. La mayoría lo hace en lanchas neumáticas poco aptas para travesías tan largas, cargadas a su vez con miles de personas, sin ningún tipo de protección. En la ruta mediterránea central la mortalidad es provocada por naufragios masivos de embarcaciones de madera que, tras zozobrar, dejan a centenares de personas en medio del agua, a lo que se agrega aquellos que mueren en los botes neumáticos sobrecargados. Muchos caen al agua cuando los botes se desinflan, otros mueren por las emanaciones de gasoil. Otros también se asfixian por la masa de pasajeros o mueren muchas veces por golpes de otros migrantes que buscan hacerse un lugar para poder respirar. A veces terminan ahogados en el fondo de los botes, asfixiados por la mezcla de gasoil y agua marina, e incluso víctimas de la hipotermia, la deshidratación o la fatiga después de semanas de traslados.

Uno de los principales problemas que tiene Europa, es la situación que se vive en Calais. La pequeña localidad del norte de Francia es en efecto uno de los escenarios más complicados de este drama. Allí, miles de inmigrantes tratan de cruzar a Reino Unido escondiéndose en los camiones que pasan de un lado a otro del canal de la Mancha a través del eurotúnel. En los últimos dos meses, al menos 10 personas han muerto en esta intentona, mientras Londres y París construyen nuevas vallas para tratar de evitar lo inevitable.

Las medidas tomadas en otros países están siendo aún más polémicas. En Hungría tratan de detener a los inmigrantes con la construcción de una valla de alambre de espino de más de 160 kilómetros de longitud a lo largo de la frontera con Serbia. Cada día, cerca de 1.500 inmigrantes, en su mayoría afganos y sirios, aparecen en los bosques húngaros de la zona.

La llamada crisis de refugiados está lejos de ser resuelta, ni en Europa ni tampoco allí donde realmente continúa y continuará esta crisis, Oriente Medio y centro y norte de África. La incapacidad manifiesta de los gobiernos europeos en dar una respuesta consensuada, conjunta y efectiva a los numerosos retos que se les ha abierto puede agravar aún más la crisis ya que sigue sin afrontarse de forma global las razones por la que millones de personas se han visto forzadas a desplazarse.

Europa ha pretendido minimizar el alcance de esta crisis buscando la confusión deliberada en el debate público europeo, en el discurso público, hablando de migración económica en vez de forzada, focalizando la urgencia en Siria y minusvalorando el resto de conflictos y emergencias que la agudizan. La realidad, es otra. La que nos ofrece el análisis de los datos ofrecidos por ACNUR, en las que se recoge el origen de las personas que durante estos tres últimos años ha llegado a Europa. Sería absurdo negar la dimensión nacional, regional e internacional de la crisis humanitaria siria, la mayor crisis humanitaria internacional actual. Sería equivocado no tener en consideración el resto de emergencias humanitarias existentes. Si no se actúa sobre este análisis las medidas de contención que ha tomado Europa tendrán un doble impacto negativo. A nivel interno porque son medidas que resultarán ineficientes para evitar la llegada de miles de personas a Europa. El Mediterráneo no puede cerrarse. A nivel externo porque la dejadez internacional aumentará la inestabilidad en Oriente Medio y Norte y Centro de África, generándose nuevas dinámicas que fuercen mayores desplazamientos de población.

Para evitar que las personas no se desplacen es necesario que como mínimo se den dos condicionantes: se asegure su seguridad y su asistencia humanitaria. En todas estas emergencias estas dos condiciones no se cumplen. Consecuencia, la gente sigue desplazándose y Europa parece que sigue mirando para otro lado.