Ay, qué sería de mí sin la curiosidad. Seguramente ya no sería. Pereza y curiosidad pugnan desde mi más tierna infancia en un «sokatira». Por ahora va ganando la segunda. Porque cuando la primera, cargada de razones, me asegura que todo está más visto que el tebeo, que no hay más cera que la que arde, que sólo nos espera más de lo mismo y que el pescado ya está vendido, la segunda se arranca como sólo ella sabe recordándome, sottovoce, «¿pero, pase lo que pase, te lo vas a perder?».
Ahí está la clave. No vivimos en el mejor de los mundos. ¿Pero vamos a ser capaces de perdernos en qué acaba la cosa? ¿Trump o Clinton? ¿Habrá vida después de Rajoy? ¿Quién guarda bajo llave la fórmula secreta para que una vez agotada la hucha de las pensiones, el año que viene, tantos millones de españoles sigan cobrándolas como si nada? ¿A qué hoguera pertenecerá Echávarri en 2020? ¿Dónde estarán Belmonte y Sepulcre para entonces?
Ahora toca Muestra de Teatro. La número 24. Que voy a disfrutar como si fuese la primera. Peinándola de principio a fin. Desde el montaje de Lola Blasco este viernes hasta el Iceberg de Paco Romeu el día 12, ambos en el Teatro Arniches. Luciendo por una semana como debiera ser siempre. Aunque me gusta pensar en la de 2018, que será la 25+1. Y más allá. Qué futuro le aguarda. ¿Llegará el día en que Guillermo Heras se corte la coleta?
¿Cuántos años aguantará abierto el cine Navas? ¿Celebrarán los cines Ana, abiertos en 1993, su trigésimo aniversario en 2023 estrenando nuevas lámparas en los proyectores? ¿Seguirá para entonces vivita y coleando la Sociedad de Conciertos? ¿Tendrán directores el Mubag y el Maca? ¿Mantendremos la esperanza sobre el cine Ideal? ¿Habrá logrado agotar las localidades algún día el ciclo «Alicante Actual», como quiera que se llame entonces? ¿Será el Teatro Principal de titularidad municipal al 100%? ¿Estará subida la persiana del Aula de Cultura de Gadea?
Ante tantas preguntas confesables y otras tantas inconfesables, ¿cómo me lo voy a perder?
