Con los socialistas nunca ha casado bien el concepto de resignación. El movimiento de izquierdas, el movimiento socialista en su origen y posterior desarrollo, se mueve por un hálito de esperanza contrario a una sociedad inamovible, estanca y sin posibilidad de desarrollo humano más que el establecido por los poderes de siempre. Por ello, el socialismo es igual a rebeldía.

Es por ello que hoy -en estos tiempos convulsos y confusos- es fundamental lanzar el grito de «Socialistas del mundo, uníos». Porque las cosas no están bien, porque nos deslucimos ideológicamente, porque lo interno se impone a nuestra ansia de llegar más lejos en lo externo, porque perdemos el espíritu reformista, revolucionario y transformador. Si todo ello está así, no hay más remedio que levantar la mano, decir basta, y pedir un cambio integral de dirección y sentido de las cosas. No a resignarse, no a dejarse llevar. No a que nadie piense por nosotros y a que ninguno imponga su pensamiento.

Los socialistas tenemos que configurar un nuevo espacio que recupere viejos valores. Para ello, debemos recuperar el sentido de una lucha de 137 años de historia. Volviendo al principio de las cosas, donde la cuestión no era generar más empleo, sino disponer de un empleo para vivir mejor. Las relaciones laborales, la fiscalidad de la empresa, el reparto del tiempo laboral o la duración del fin de semana, cuestionar el dogma del crecimiento como elemento de progreso, la relación con los recursos naturales y el entorno? Todo ello debe ser cuestionado para no seguir deslizándonos por una pendiente diseñada desde el liberalismo por donde la socialdemocracia europea, incluida la nuestra, se deja deslizar.

Y sobre todo, acabar con el binomio maldito de crecimiento y Estado del Bienestar. La derecha ha convencido a la sociedad de que el sistema de mercado desregulado y que genera crecimientos exponenciales es la clave para un Estado del Bienestar. Y por ello, en plena crisis no cabe ampliar los derechos sociales. Falso, deberíamos decir los socialistas. Falso, porque nuestro Estado de Derecho nació en los años 80, cuando nuestro país era más pobre que hoy, y mucho menos desarrollado económicamente. Los derechos sociales y el Estado del Bienestar se sostienen no teniendo más, sino repartiendo mejor.

La derecha ha asumido la prestación de servicios que los socialistas creamos en el inicio de la democracia, por eso algunos piensan que la defensa de la educación, la sanidad y las pensiones ya no es discurso exclusivo de la izquierda. Digamos que no, que la diferencia no es si defienden el sistema de pensiones, la educación y la sanidad, sino la gestión de los mismos. Y la derecha defiende derechos siempre que generen actividad económica, beneficio industrial e intereses para el mercado. Ellos entienden que si hay geriátricos deben ser privados, o planes de pensiones de entidades financieras, o colegios concertados, seguros sanitarios privados, etcétera.

Para cambiar esto hace falta una herramienta. Y esa herramienta debe ser nuestro partido. Un PSPV, un PSOE atento y abierto a la sociedad a la que pertenece, que busque soluciones sociales y no soluciones partidistas o personales. Un partido donde la jerarquía orgánica sea capaz de ponerse en la piel de las estructuras inferiores y donde la autoridad vertical, pueda trabajar de una manera horizontal. La jerarquía de partido no puede ser un poder omnímodo y plenipotenciario en la toma de decisiones. Al contrario, se debe trabajar de igual a igual. Si los alcaldes o secretarios generales no son escuchados, si las estructuras locales, comarcales o provinciales son aditamentos y elementos de contención interesados para diluir la toma de decisiones, el PSPV-PSOE pierde fuerza y potencia social. Si la militancia es un adorno, y no una base, dejaremos de ser fuerza de cambio. El socialismo debe ser palabra, reflexión, diálogo, debate y decisión. Si sólo es lo último, en manos de unos pocos, no seremos nada.

Es necesario modernizar el partido con elementos de empatía, de cooperación, generando círculos inclusivos y no muros excluyentes de unos contra otros. Hay que aplicar terapias restaurativas en las relaciones políticas y personales en este partido que algunos quieren construir siempre desde el conflicto y la imposición. Hay que tumbar la idea de hacer más pequeño el partido para que unos pocos se sientan más grandes.

Todo ello será nuestro mejor aval para defender un proyecto único, un gobierno de la Generalitat liderado por un socialista, Ximo Puig, al que hay que darle recorrido para que explote su potencial en las próximas legislaturas. Hay que recuperar las esencias de un partido de izquierdas en acto y palabra para que vuelva a transformar la Comunidad Valenciana y España hacia un país mejor. Un proyecto de gobierno que será muy difícil para el conjunto de la izquierda si no hay renovación del PSOE ni el PSPV. Socialistas del mundo, uníos.