El proceso de investidura del presidente del Gobierno ha tenido una protagonista, con independencia de algunos improperios, y ésta ha sido la abstención del grupo socialista para facilitar la formación del nuevo Gobierno.

Ríos de tinta han corrido, y seguirán corriendo, con ocasión de esta postura del PSOE, dado que nunca se había dado con anterioridad una situación similar, con lo cual el quebranto que produce la abstención en militantes y votantes del partido resulta fácil de entender y compartir. Un quebranto completamente fundado, pues la legislatura que ha presidido Mariano Rajoy ha sido un dislate en relación a determinadas reformas y medidas legislativas que ha adoptado, como las de seguridad ciudadana, educación, que parece que comienza a rectificar, reforma laboral, entre otras, pero, sobre todo, por los casos de corrupción que han jalonado los diarios informativos de estos últimos años. Por todo ello, la tentación de votar en contra de Rajoy no está exenta de motivos, es más, hasta los propios compañeros de su partido y electores no sienten un especial apego por el presidente, sin embargo, lo que estaba en juego en este último proceso de investidura excedía del sentido partidista.

Cierto es también que le ha correspondido al PSOE asumir una responsabilidad institucional en un momento muy complicado, al ser objeto de un constante acoso político de un partido que parece erigirse como la autoridad moral de la izquierda, haciendo mella, en definitiva, en la opinión de militantes socialistas. Y digo militantes, y no dirigentes, porque da la sensación de que algunos de éstos, que han defendido el manido no es no, lo que pretendían, y pretenden, es posicionarse con la vista puesta en el próximo congreso.

Pero la abstención también tiene su explicación, pues la situación institucional española invitaba a dejar los intereses de partido a un lado y pensar que España, y sus ciudadanos y ciudadanas, no podían seguir estando al albur de procesos electorales irresolutos. No es cierto que el país sin Gobierno estuviera yendo bien, puesto que, como muchos saben, multitud de empresas llevan aguantando desde hace un año una situación insostenible, pues al no haber acción de gobierno ni puesta en marcha de contratos públicos, se veían compelidas a promover despidos colectivos, con el consiguiente incremento del índice de desempleados. Además, la ausencia de ejecutivo provoca la caída de las inversiones con las consecuencias que ello entraña para el tejido productivo y social de nuestro país. En definitiva, la abstención ha sido un gesto de responsabilidad de un partido que la ha entendido y que la ha ejercido siempre. Si bien, le toca ahora a los dirigentes del PSOE saber explicar esos motivos, que existen y son determinantes, sin ser permeables a los prejuicios que insuflan algunas organizaciones políticas. Si algo diferencia al PSOE de otros partidos es que conoce y ejerce la responsabilidad.

Si bien, ese ejercicio de la responsabilidad no está reñido con una oposición parlamentaria a la altura de las exigencias que la ciudadanía demanda. La formación actual del Parlamento va a permitir, por primera vez, que el Gobierno deba pactar de forma amplia sus iniciativas legislativas, lo que va a traer consigo una legislación mucho más plural y, por ende, más beneficiosa para la ciudadanía. Como por ejemplo la posibilidad de un pacto por la educación donde todos los partidos acuerden cuál va a ser el modelo educativo de manera definitiva, y que no esté sometido a las veleidades del gobierno de turno.

El tiempo y los argumentos darán la razón a la posición del PSOE, que verá cómo recupera la confianza de muchos que hoy se sienten frustrados.