Dejemos de lado las formas, un tanto chulescas, hay que reconocerlo. Aunque en punto a prepotencia no hay por otro lado quien gane al PP.

Olvidémonos también de que las palabras que tanta indignaron a muchos resonaron en una cámara cuyos miembros se dirigen unos con el apelativo tan cortés como tantas veces hipócrita de "señoría".

Lo que hay que preguntarse en cualquier caso a la vista de lo ocurrido el otro día en el palacio de la carrera de San Jerónimo es cuánta verdad puede soportar lo que queda del PSOE.

Un diputado catalán de nombre Rufián - nadie es por supuesto responsable de su apellido- soltó el otro día unas cuantas verdades de brocha gorda, y ¡la que se armó de pronto allí!

Hay temas que parecen tabú en el Congreso de los diputados: uno es mentar a estas alturas algo que mejor estaría olvidado como es la guerra sucia contra ETA.

Y otro, por lo que acabamos de ver, hablar de puertas giratorias, de la incorporación de ex políticos -también del PSOE- a los consejos de administración de las eléctricas y otras grandes empresas que nos acribillan con sus facturas.

¡Cómo se le echaron encima todo a ese diputado de ideología republicana cuando se le ocurrió mencionarlo y hablar de "traición socialista" a los orígenes obreros de ese partido!

Y ¡cómo salieron en defensa del humillado PSOE quienes le habían afrentado todavía más dándole a entender, como sibilinamente hizo el presidente en funciones, que podía despedirse de cualquier oposición real a sus políticas porque él no iba a permitírselo!

A nadie, ni siquiera al más ingenuo, se le oculta que Mariano Rajoy tiene al alcance de su mano el botón nuclear y puede convocar, si es que los socialistas le hinchan demasiado las narices, nuevas elecciones.

Y ¿en qué estado pillarían éstas al partido de Susana Díaz y Javier Fernández? Es lo que se popularmente se llama "tener la sartén por el mango". Y los socialistas literalmente se lo han buscado.