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La memoria como salvación

No hay cobardía más vacía que aquella de parapetarse tras la manida máxima de «cualquier tiempo pasado fue mejor». Por supuesto que no: lo mejor siempre está por venir, y pobre de aquel que se ampare en el pasado para no afrontar con valentía el futuro. Mas no hay que hacer de menos a todo aquello que nos formó, que llenó de circunstancias azarosas nuestro diario camino, que sazonó de aprendizajes el cuaderno en blanco de nuestra historia. La memoria es necesaria, nos permite evolucionar y evitar errores en ese futuro maravilloso que está por escribir.

Setenta y cinco años de memoria viva, sí señor, los que ha cumplido esta semana este jovenzuelo diario INFORMACIÓN. Para muchos no deja de ser nuestra historia gráfica, rotativa inmarcesible de nuestra vida en esta ciudad, diario oficioso de avatares de toda índole. No se entiende, no entendemos, las más de siete décadas de Alicante sin asomarnos a esta ventana informativa envuelta en azul y blanco, sí, como los colores de su bandera. Claro que es bueno acordarse, y no olvidar. Y también han sido 75 años informando desde sus páginas sobre uno de los espectáculos más seguidos por los alicantinos. Sería demasiado larga la nómina de cuantos dieron cuenta de los aconteceres taurinos en sus páginas, pero no querría dejar de nombrar la sosegada y ecléctica pluma de Juan Martínez Mataix, hijo y seguidor de aquel «Santero» que aglutinaba al taurinismo en el postfranquismo; o a Curro Verónica, seudónimo de Pepe Sanz Moliner; y cómo no, a Miguel Lizón, que casi hasta ayer mismo nos alumbró su sabiduría con estilo depuradísimo en cuantas crónicas y artículos dio a luz. Todos ellos, pese a quien pese, también han sido evangelistas de este misterio sagrado y sacrílego que es el toreo. Y en nuestra ciudad, que ha visto en portadas y crónicas los sucesos de protagonistas patrios como los Tino, Pacorro, El Caracol, los Esplá, los Manzanares... Tanta historia, tanta memoria. A pesar del olvido.

Memoria es ya también esta temporada que se apaga. La feria taurina de San Juan ha supuesto un auténtico hito en este 2016, un fogonazo de luz entre tanta tiniebla animalista y abolicionista. Se presenta otro invierno duro de ataques, insultos y menosprecios privados y públicos, amparados en la oficialidad de un ayuntamiento desnortado, pero contamos con los mayores argumentos a nuestro favor: la justicia y el apoyo popular. Mareantes resultaron los números de la feria pergeñada por Simón Casas y Nacho Lloret en torno a la figura de José Tomás. Puertas grandes, hasta tres toros premiados con la vuelta al ruedo, un percance muy grave... Pero brilló sobre todo esa tarde del santo, con el de Galapagar y Manzanares en su punto álgido. El torero alicantino ha vuelto por sus fueros. Sensacional renacer en esa tarde de Beneficencia isidril con la exquisita embestida de «Dalia». Venía de año y medio de calvario interior, en una sima de luto difícil de superar. Pero volvió a ver la luz, y de qué manera. A partir de ahí todo fue diferente. Volvió a contar entre los elegidos, volvió a protagonizar las ferias.

Ha vuelto un nuevo torero. Y, lo que es más importante, ha descubierto caminos diferentes para ahondar en un concepto del toreo más natural, menos forzado. En el nombre del padre, cuya memoria culmina el repaso de esta historia, sobre todo en estos días, de ese triste y bello recuerdo de José Maria Dols Abellán, Manzanares para gloria del toreo. Dos años ya de su partida. «En mi región hay calvarios de ausencia / (...) nostalgias inmóviles en un pozo de otoño / sentimientos insoportablemente actuales / que se niegan a morir allá en lo oscuro / el olvido está tan lleno de memoria»... Mario Benedetti lo dijo. Para qué añadir nada más.

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