Insumisa y coherente, hasta el final. Manejar las riendas de tu propia vida, qué cosa tan difícil. Y, sin embargo, Nieves Simón Rodríguez lo hizo. Para quien la haya conocido, no debe resultarle extraño. Extremadamente exigente consigo misma, concienzuda con cualquier tarea que emprendiera, cumplidora hasta la extenuación consigo misma y, aun así, comprensiva, indulgente, generosa con el resto hasta extremos inimaginables. Este pasado miércoles Nieves decidió emprender un largo viaje de no retorno. No es que lo tuviera así pensado, pero cuando el monstruo vino a verla supo que tenía que ser más rápida. Y lo fue. Vaya si lo fue. Y se fue el miércoles sin dejar nada pendiente, con sus tareas hechas, como ha hecho siempre. Ningún cabo suelto has dejado, querida Nieves. Que planificase el viaje sin retorno no significa que lo aceptase de buen grado. Para alguien como ella, tan libre, tan autónoma, debió ser un trago amargo. Nos lo anunció en Facebook hace pocos días con pocas palabras, pero tan certeras y explícitas en su significado como ha acostumbrado toda su vida: «Qué difícil, para una insumisa, seguir el voto de obediencia que te exige la vida». Ella afrontó ese voto de obediencia impuesto como todos en su vida: con la insumisión. No se iba a ir cuándo y cómo dispusiera el monstruo, sino según la voluntad de ella. Ni más faltaba, querida Nieves, que dejases manejar las riendas de tu vida a cualquiera, cuando ya hace tanto tiempo que las habías tomado tú con tanta decisión.

Quienes la conocemos supimos que se estaba despidiendo y que la despedida no era fácil para ella. Y no es fácil tampoco para quienes nos quedamos hacernos a la idea de vivir sin su mirada y su risa y su sonrisa. La voz, su voz, que era ella misma, se la arrebató el monstruo. La risa, esa risa franca, abierta, con ganas y sin final, la acompañó y nos acompañó hasta el final. Igual suena a tópico decir sólo cosas buenas, pero sé que en el caso de Nieves es todo menos eso. Porque nadie que la haya conocido puede decir nada malo de ella. Al contrario. No es sólo que a nadie dejara indiferente; es que la tenías que querer. No he conocido a nadie igual, de verdad. Puro amor. La quiero y la admiro tanto, pero tanto?Y sé que somos legión, cofradía infinita, generaciones de mujeres para las que ella ha sido ejemplo de vida. Qué suerte, querida Nieves, haber tenido la oportunidad de conocerte y de aprender de tí que las mujeres no podemos ser, como me dijiste una vez, la «silicona tapagujeros» de las vidas de los demás. Qué ejemplo vivir como tú has vivido. Hasta siempre, queridísima Nieves.