Yocurrió lo que tenía que ocurrir. El PSOE ordenó un poco por encima su patio, que andaba revuelto, y sacó a su Hernando a la palestra, a decir Diego donde había dicho digo. Que ya es casualidad duplicar un apellido no tan común en los dos portavoces de los que siguen siendo los principales partidos. Hernando el del PSOE salió a hacer un papelón en el Congreso, porque imagínense el corte que habrá sentido este diputado teniendo que explicar por qué su partido se iba a abstener en la votación de Rajoy para presidente, con todo lo que habían estado negando esta posibilidad a lo largo de estos larguísimos meses. Lo malo de escupir para arriba es que puede caerte encima. Del impecable discurso de Hernando valoro especialmente la extrema dificultad de hacer valer justamente lo contrario de lo que hace sólo unos días defendía con tanto ardor, cuando era el que jaleaba a Sánchez al oído, para que permaneciera inflexible en el no es no, cual Pasionaria en versión glamurosa siglo XXI. Recuerdo una divertida canción de la posguerra que se burlaba precisamente de eso del «no pasarán», alardeando de haber pasado ya. Un lema así de contundente como el del «no es no» como se vea truncado se puede convertir en una auténtica losa para su creador.

Ahora los rumores acerca de la dimisión de Sánchez como diputado van in crescendo, y hasta es posible que cuando lean esta columna ya se haya consumado. Rodríguez Ibarra lo daba por hecho ayer por la mañana. Para Sánchez tener que ir al Congreso a abstenerse tal vez fuera pedirle un esfuerzo sobrehumano.

A todo esto, el líder de No-Podemos, Iglesias, anda lanzando improperios como muestra de su gran frustración. Y es que nada de lo hecho hasta la fecha le ha procurado el resultado que ambicionaba, esto es ser presidente del Gobierno. De hecho ha desperdiciado una ocasión histórica de posicionarse como primera fuerza de la oposición, pues no ha conseguido, a pesar de sus ardides, infiltración de podemitas en el PSOE, escraches y hasta requiebros a Sánchez fagocitar a los socialistas, sustituyéndolos como primera fuerza de la oposición. Se han desinflado como un suflé, lo mismo que podríamos decir de Rivera.

El rival incombustible es don Mariano, pese a su sosería, sus «aguanta Luis» y sus luces y sombras. Quién lo iba a decir, pero su paciencia infinita se ha reivindicado como la mejor arma política y le queda cuerda para rato.