Me van a disculpar si hoy aprovecho este espacio para hablar de nosotros cuando esta casa cumple 75 años. Y digo casa porque, para los que llevamos décadas trabajando aquí, estas paredes son una segunda casa, si no la primera; y los compañeros, algunos de ellos amigos, personas con las que pasas más tiempo que con tu propia familia y con los que vas envejeciendo y compartiendo gran parte de la vida. Con ellos te has reído y te has peleado, los has visto felices y hechos polvo, con ojeras, con mala leche, con momentos de entusiasmo y momentos de apatía, compañeros a los que conociste con poco más de 20 años y a cuyos hijos, que ahora tienen esa edad, has visto crecer a través de las fotos de los salvapantallas o entrando corriendo a la redacción al salir del cole para dar un beso al papá o a la mamá que llegará a casa aún más tarde de lo habitual porque hay un pleno o una reunión de vecinos a las ocho de la tarde. Y otros compañeros más jóvenes que parecían unos niños cuando llegaron al periódico, y que han madurado y se han curtido en el oficio bajo este techo. Y otros que ya no están...

Como en cualquier empresa que lleva años abierta, dirán. Claro, pero quizá porque en un periódico todos los días son nuevos y hay que empezar desde cero, en este trabajo hay poco espacio para dormirte. Ni siquiera para pararte a disfrutar el día que publicas en exclusiva un tema que acaba en los telediarios nacionales. El vértigo de tener que examinarse todos los días en el quiosco, y ahora también en la web, hace que en ocasiones entre estas paredes salten chispas y que no sea extraño oír a un compañero gritarle al teléfono porque no logra confirmar una noticia; defender, tal vez con demasiada vehemencia, el enfoque de un tema que el jefe no comparte; o pillar un cabreo descomunal y pagarlo contra una papelera cuando la competencia te pisa una noticia. Por contra, a veces lo que te interrumpe son las risas de los miembros de la sección de al lado porque se les ha ocurrido un titular irreverente que nunca verá la luz, o porque alguien ha contado el último chiste absurdo que ha encontrado en Twitter. Para bien o para mal, esta casa, a sus 75 años, está viva y nos da vida a quienes trabajamos aquí y tenemos la suerte de dedicarnos, con mayor o menor acierto, a contarles historias.