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Antonio Sempere

En pocas palabras

Antonio Sempere

Equipo titular

La última vez que fui al Teatro Principal asistí a una pequeña anécdota cotidiana que me emocionó. Sucedió cuando Alberto Ramos, el hombre que nos recibe el recinto desde mucho antes de que llegase Internet a nuestras vidas, y que ahora ya no nos corta las entradas, las pasa por el lector del escáner, recibió a dos espectadores «pata negra», como son Paco y Eugenio, con una exclamación que pareció salirle del alma: «Hombre, hoy jugamos con el equipo titular».

Sí, Paco y Eugenio, no hacen falta los apellidos, forman parte del ecosistema humano del Teatro Principal, y del resto de escenarios alicantinos, desde no se sabe cuándo. Son muy queridos y recordados por su etapa al frente de La Marmita, en Díaz Moreu. Por esas asociaciones de ideas que a veces nos sitúan en el espacio y el tiempo, recuerdo que descubrí ese templo gastronómico al tiempo que Carlos Galilea emprendió «Cuando los elefantes sueñan en la música» en Radio 3. Y el programa debe estar a punto de cumplir los 30 años de vida.

Desde entonces, pues, llevo encontrándome a Paco y Eugenio en el teatro, en los teatros. De ahí que comprenda tan bien a Alberto Ramos, el hombre que siempre está ahí, desde su prudencia y la autoridad moral que le da el tiempo (su padre ya estuvo en el mismo lugar cuando yo ni siquiera había nacido), cuando al encontrarse con visitantes tan ilustres, exclama con alegría: «Hoy jugamos con el equipo titular». Qué bien le vendrían al teatro cien Pacos y Eugenios. Espectadores con tanta pasión y tan exquisita fidelidad.

El magnífico reportaje firmado por Cristina Martínez el pasado fin de semana en este diario, que les invito a recuperar, dejaba bien a las claras lo dificilísimo que lo tiene el Teatro Principal para sobrevivir. Con menos apoyos que los teatros de los pueblos de la provincia. Si en otra crónica comparásemos el presupuesto de nuestro Principal con el de los teatros públicos de Murcia, Valladolid, Málaga, Bilbao, usted y yo, querido lector, acabaríamos el texto llorando. De rabia e impotencia. Urge que nuestro Teatro Principal sea 100% público. Y que desde ahí, equipare la posición y los apoyos públicos que se merece.

Mientras esto suceda, nos conformaremos con encontrarnos en el vestíbulo a personas tan entrañables y curtidas por la vida como Paco y Eugenio. Y a un caballero, Alberto Ramos, que sabe recibirles como se merecen.

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