En las últimas fechas ha sonado con fuerza en Alicante la figura de José Estruch Sanchis al instituirse unos premios de teatro que llevan su nombre y montarse una exposición en el Principal, coincidiendo con el año del centenario de su nacimiento, en recuerdo de este ilustre director teatral, profesor de la Escuela de Arte Dramático de Madrid y Premio Nacional de Teatro 1990, que vino al mundo en nuestra capital el 3 de mayo de 1916.

Para la inmensa mayoría de los alicantinos, Estruch Sanchis era un completo desconocido, no para mí que llevo tiempo reivindicando a personajes de esta tierra que duermen el sueño de los justos. Dentro del desbarajuste de propuestas de cambios de nombres de vías públicas que se pretenden en buena medida dedicar a históricos del marxismo leninismo internacional o a comunistas de los tiempos de Stalin, me alegra que una plaza vaya a llevar el nombre de un personaje de nuestra tierra, vinculado con el mundo de la cultura, hijo del segundo presidente que tuvo la Comisión Gestora de Hogueras, sustituto del pionero José María Py cuya modesta calle queda muy cerca del espacio urbano que se ha previsto rotular con el nombre de Estruch, en la actualidad dedicado a los hermanos Manuel y Santiago Pascual, falangistas ejecutados durante la guerra civil.

El padre de nuestro personaje, José Estruch Ripoll, fue un valenciano de Algemesí y médico odontólogo de profesión que, tras casarse con Eulogia Sanchis Aldaya, vino a residir a nuestra capital en 1910. Como veremos seguidamente la vida de padre e hijo transcurrió en buena medida por cauces paralelos.

Precisamente por motivos que no vienen al caso vinculados con los errores de bulto de una revista de historia cuya reincidencia provocó que cancelara la suscripción que mantenía, remití el 18 de junio de 2015 un correo electrónico al escritor José María Zavala donde le hablaba de José Estruch Ripoll y le indicaba que su hijo de igual nombre, fue un famoso director teatral alicantino.

Nació y vivió con sus padres en la tal vez casa más lujosa del momento, ubicada en el actual número 12 de la Rambla de Méndez Núñez, esquina con Mayor, proyectada y construida en 1902 por el maestro de obras Nadal Cantó. Allí tuvo durante un par de años el doctor Estruch su consulta dental, trasladándola después a dos lugares muy cercanos, la calle Altamira y la Plaza de Castelar, hoy Portal de Elche, según datos que recabara de su propio hijo el escritor Francisco Aldeguer.

El hecho de proceder de una localidad de honda tradición en la fiesta de las Fallas, lo mismo que sucedió con José María Py, valenciano de adopción y antiguo fallero de la capital del Turia, propició que Estruch se vinculara desde el primer momento con la fiesta del fuego, presidiera el distrito de la Rambla y sucediera a aquél al frente de la Comisión Gestora en 1931.

Doctor en Medicina por la Universidad de Valencia, fue presidente de la Cruz Roja de Alicante y cónsul honorario de la República Oriental del Uruguay en esta ciudad, circunstancia que lo haría acabar su exilio en este país donde fallecería el 1 de junio de 1949. Hasta allá viajó desde Londres su hijo que ya había experimentado sus dotes de dirección teatral con jóvenes españoles exiliados. Hay que tener en cuenta que en 1939 Estruch padre, masón y militante de Izquierda Republicana, se vio forzado a huir a Francia lo mismo que su hijo, el cual estuvo preso en un campo de concentración de las inmediaciones de Perpiñán.

En 1948 Eulogia Sanchis consigue salir de España y reunirse con su marido en Montevideo. Pero al morirse éste tan pronto, su hijo decide no retornar a la capital británica, quedarse con ella y cuidarla. Allí desarrollará una importante actividad teatral, llegando en 1959, por sugerencia de la propia Margarita Xirgu, a sustituirla al frente de la Escuela Municipal de Arte Dramático de la capital uruguaya hasta 1967 en que volvió a España.

José Estruch Sanchis dirigió a lo largo de su vida más de cien títulos y ya muy enfermo, obtuvo el galardón del Premio Nacional de Teatro, cuatro meses antes de fallecer, lo que aconteció el 24 de julio de 1990, cuando faltaban dos días para la solemne celebración del V Centenario de la concesión del título de ciudad por Fernando el Católico a Alicante que en cierta manera, con este nuevo premio que lleva su nombre, rescata del olvido a uno de sus hijos insignes.