El partido socialista, por sus propios errores, está atrapado en una situación endiablada y penosa. Tras el catastrófico Comité Federal en el que se descabeza sin miramientos a su secretario general a partir de maniobras y maneras no permisibles en un partido serio, sin explicitar un proyecto alternativo, se ha llegado a una situación laberíntica, de difícil salida. Una situación que no solo divide al partido internamente, sino que lo expone, como ya empieza a suceder, al irremediable correctivo de los electores. Hay que recordar que la promesa electoral el PSOE fue claramente la de presentarse como alternativa a la derecha y, específicamente, a un gobierno del partido popular presidido por Mariano Rajoy, encharcado en la corrupción y responsable de las política antisociales de los últimos años.

Por muy difícil que parezca la salida a la situación, la peor de todas sería la de tratar de salir del paso mediante maniobras tácticas y enredos de poder. El partido socialista, mirando hacia los problemas que enfrenta el país, no se lo puede permitir. Sería un inmenso fraude que acabaría con la credibilidad de un partido que atesora, a lo largo de su historia, precisamente eso: la coherencia y su compromiso con la ciudadanía, a la vez que con sus propios militantes y votantes.

De manera que lo que tiene que presidir la actuación del PSOE, como siempre ha hecho en situaciones excepcionales, es el debate ordenado, leal, mediante la clarificación de su proyecto político, más allá de las urgencias concretas. No ocultar, no disimular, significa asumir abiertamente que el partido socialista está dividido y que mientras tal división no se resuelva democráticamente en un Congreso, las decisiones que se tomen en el corto plazo han de ser explícitas, no ambiguas, tomadas por los órganos estatutariamente establecidos, sobre los cuales recae, como no puede ser de otra manera, la responsabilidad de sus decisiones.

Tales decisiones, naturalmente, no pueden recaer en una Gestora, que como su naturaleza indica, es un órgano transitorio, cuya única misión es reconducir lo antes posible a la normalidad interna y al pleno ejercicio de los derechos de los afiliados. Corresponde tomarlas en este caso al Comité Federal.

Entretanto, hay que saludar con esperanza la movilización de miles y miles de afiliados que reclaman formalmente la celebración de un Congreso que fije las líneas de un proyecto político para encarar la actual situación española en el contexto europeo y global, y que sirva para volver a la necesaria unidad de acción. Saludo con esperanza la inédita movilización de estos días porque demuestra la fortaleza y la vitalidad de un partido que no se conforma con el estatus quo establecido y la confusión que genera. Es más, creo que, como sucede en otros aspectos de la dinámica social y política en nuestros días, el proceso de participación es imparable, reparador, sanador: la única garantía de llevar adelante un proyecto autónomo de izquierdas, reformista, democrático y responsable, al servicio de la mayoría social.

Es este impulso el que deberá concretarse en un Congreso que, como correlato del proyecto político, deberá fijar qué modelo de partido se requiere para hacer prevalecer la democracia interna y eliminar los vicios adquiridos durante décadas. Un Congreso que, como en otras etapas no menos conflictivas que la actual, por las que ha atravesado el partido socialista, sea el punto de partida para su renovación real.