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Matías Vallés

Mayoría absoluta de Rajoy en el PSOE

Triunfo aplastante de Mariano Rajoy en el comité federal socialista. El presidente del PP ha obtenido mejores resultados en el PSOE que en el conjunto de España. En concreto, una mayoría absoluta del 58 % de los dirigentes de la antigua izquierda se postran ante el líder de la derecha, que en las elecciones generales tuvo que conformarse con un insuficiente 33 % de los sufragios.

El PSOE ha votado a Rajoy con más brío que los propios electores de derechas, remisos a renovarle la confianza al mejor amigo de Luis Bárcenas. De ahí que los socialistas tuvieran que invocar a la policía para protegerse de sus militantes. O que el diez por ciento de los miembros del comité federal ni se hayan dignado asistir a la reunión más trascendente de su historia. O que Susana Díaz accediera a la sede en coche por el aparcamiento, como una dirigente soviética, y no mencionara la palabra «abstención». O que Antonio Hernando se fugara a una boda para no pronunciarse. O que Javier Fernández ni siquiera hablara, aunque ésta sea una sabia decisión.

En la botella medio llena, el PSOE no obtenía una mayoría absoluta desde 1986. Tres décadas después, sella una votación hegemónica, aunque sea en el seno de un desmedrado Comité Federal. Los socialistas entregan a Rajoy el patrimonio acumulado desde la muerte de Franco. La ceremonia de capitulación ocurre en pleno juicio de Gürtel, como un ejemplo de solidaridad de la izquierda con las comisiones. Y dado que la moral no da votos, culmina la asunción socialista del rango de partido subsidiario.

De ahí que yerre de nuevo Pablo Iglesias, al restaurar la «Gran Coalición». El PP impone su ley, y jamás se abstendrá ante un ejecutivo socialista según demostró en marzo. A cambio de su rendición, el PSOE ha repartido felicidad a raudales. Ha devuelto la sonrisa a Cospedal, aliñada con un ministerio como receptora de óbolos de Bárcenas según el tesorero. Los socialistas también han devuelto la bilis a Rafael Hernando. Sobre todo, hasta Rajoy reboza satisfacción, porque esta vez no tendrá que excusar el incumplimiento de su programa.

Existía la posibilidad de que Rajoy seleccionara escrupulosamente a los diputados socialistas con derecho a votarle, excluyendo por supuesto a Pedro Sánchez. Sin embargo, el fervor mariano del PSOE meridional ha desbordado a las ordenadas filas de sumisos, originando un tropel de abstencionistas ansiosos por coronar al PP. Los socialistas deberían autorizar la libertad de voto en el Congreso, para acicalar su imagen y minimizar daños.

Hasta ayer mismo, Rajoy no podía ser presidente del Gobierno. Perdió ante el parlamento por un meridiano 170 a 180, en su doble investidura frustrada. Por tanto, el PSOE nombra presidente a Rajoy. El mejor argumento a favor de la subordinación apunta a que el PSOE está tan hundido electoralmente, que el regalo del Gobierno al PP no empeorará su situación de modo apreciable. En todo caso, el finado descubre a raíz de su muerte que era importante para más gente de la que imaginaba.

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