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Joaquín Rábago

¿Transición energética?

Con el anuncio de la renuncia total a la energía de origen nuclear para el año 2022 y su apuesta por las renovables, la canciller alemana, Angela Merkel, sorprendió hace cinco años a muchos dentro y fuera del país.

Pero ahora resulta que algunos de sus socios, con su vecina Austria a la cabeza, se quejan de que Berlín los perjudica con su continuado recurso al carbón, que abarata los precios de la energía en toda Europa y hace poco rentable invertir en las renovables.

"La transición energética alemana dificulta nuestra propia transición y la de otros países europeos", se queja el ministro austriaco del Medio Ambiente, el conservador Andrä Rupprechter.

"Alemania produce energía demasiado barata, de la que tienen que hacerse cargo otros países como Austria. Con los actuales precios de la energía no es competitivo invertir en la energía eólica o hidráulica a menos que se subvencionen", agrega.

Según el semanario Der Spiegel, el ministro austríaco mantiene contactos con sus colegas de otros países de la UE para constituir un frente común contra la actual política energética germana.

Y quiere contar con el apoyo de algunos países del Este, los mismos a los que pidió solidaridad frente a Berlín en un asunto muy distinto: el cierre de sus fronteras a los refugiados.

La corriente fluye siempre a donde encuentra menor resistencia, es decir, explica Der Spiegel, a las redes energéticas de los vecinos: Dinamarca, Holanda, Polonia, la República Checa y Austria.

En días de fuerte viento, Alemania genera gran cantidad de energía de origen eólico mientras sus centrales térmicas convencionales de carbón continúan funcionando como siempre, lo que da lugar a una sobreproducción que hunde los precios.

Polonia se defiende a base de transformadores desfasadores, que permiten controlar el flujo de potencias en las interconexiones entre redes, pero no es el caso de otros países.

El año pasado, Alemania obtuvo el 24 por ciento de su energía a partir del lignito y otro 18 por ciento de la hulla, que es muy barato de importar.

Con lo cual, pese a la tan cacareada transición energética, la producción alemana sigue dependiendo más de una energía sucia como es el carbón que de las renovables, que sólo representan el 30 por ciento.

Para invertir la situación, el Gobierno austriaco quiere que los países europeos, Alemania incluida, paguen mayores impuestos por sus emisiones de dióxido de carbono.

Viena cree que es la única forma de acelerar la transición a las renovables ya que convertiría otra vez en más rentables la energía de origen solar, la eólica o lahidráulica.

Austria quiere aprovechar su turno de presidencia de la UE, en 2018, para intentar que se incluya en los tratados europeos un protocolo por el que los países miembros se comprometerían a fomentar las energías limpias.

E incluso sin esperar a que le llegue el turno, el Gobierno de Viena ha comenzado ya a entablar conversaciones al respecto con Bulgaria y Rumanía, países que precederán a Austria en la presidencia del Consejo.

El problema actual es que la política energética es competencia de cada Estado, y así Alemania y Polonia siguen apostando fuerte por el carbón mientras que Francia, el Reino Unido, Finlandia o Suecia lo hacen por la energía nuclear.

Y si la UE se ha comprometido a emitir para el año 2030 un 40 por ciento menos de los gases altamente contaminantes que contribuyen al efecto invernadero, no está aún claro qué cuotas de esa reducción corresponderán a cada país.

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