Después de muchas idas y venidas, finalmente los estudiantes de Bachillerato tendrán que realizar una reválida para acceder a la Universidad. Para elaborar la nota final de acceso a la Universidad las calificaciones del Bachillerato tendrán un peso del 60%, y las de la reválida, del 40%, lo cual es razonable, aunque otras opciones serían pensables. Es urgente que el Ministerio de Educación, la Consejería y la Universidad, responsables de la prueba, definan cómo va a ser exactamente, para que estudiantes y profesores sepan cuanto antes a qué atenerse. El que haya un control externo a los propios centros en distintos momentos del proceso educativo es aconsejable y constituye una práctica habitual en la mayoría de los países de nuestro entorno con sistemas educativos eficientes, España también en esto es diferente. Lo que varía de un país a otro son las consecuencias de estos controles, que en algunos casos, como Estados Unidos, pueden ser realmente duras si el centro no muestra síntomas de mejora después de varios años de evaluación. A veces se ha argumentado que estas evaluaciones externas desautorizan a los profesores, pero nada más alejado de la realidad. La sociedad que financia con sus impuestos la educación tiene el derecho y la responsabilidad de asegurarse de que se están cumpliendo los objetivos planteados. Lo ideal, y muy habitual en otros países, hubiese sido que la reválida tuviese un carácter nacional, con la misma prueba para toda España, y fuese elaborada por algún organismo independiente de las universidades y los centros educativos, por ejemplo el Instituto Nacional de Evaluación Educativa. Esto conllevaría ventajas de todo tipo, entre otras evaluar a todos por el mismo rasero, pero está claro que la peculiar situación política española no lo permite por ahora, y una vez más la racionalidad y la opinión de los expertos ha de plegarse a la lógica política.

En Asturias los encargados de diseñar y desarrollar la prueba de la reválida van a ser los profesores de Enseñanza Secundaria y de la Universidad de Oviedo, a partir de las directrices que elabore el Ministerio, que aún no lo ha hecho. Lo que hay que pedirles es que la prueba sea rigurosa y objetiva, pues los estudiantes se juegan mucho con ella. La Universidad de Oviedo tiene experiencia en la elaboración de este tipo de pruebas, denominadas técnicamente Tests Referidos al Criterio, no en vano uno de los mayores expertos del mundo, el profesor Ronald K. Hambleton de la Universidad de Massachusetts, es doctor honoris causa por nuestra universidad. A los estudiantes y profesores les urge conocer dos cosas: por un lado, las materias objeto de examen, y, por otro, el formato que va a tener la prueba. Antes de que termine 2016 esto debería de estar perfectamente claro, para permitir una preparación adecuada.

En relación con el formato hay distintas opciones entre las que hay que elegir, que van desde una prueba tipo test, como las utilizadas para seleccionar a los médicos internos residentes (MIR), hasta una prueba compuesta por preguntas a desarrollar, pasando por distintas opciones intermedias. Ninguna opción es perfecta, todas tienen pros y contras, se trata de elegir aquella que mejor encaje en nuestro contexto de evaluación. Elíjase el formato que se elija, lo que no es negociable es que la prueba sea objetiva y tenga lo que los expertos denominan validez de contenido, es decir, que la prueba refleje y muestree adecuadamente las materias a evaluar, minimizando el papel del azar y la suerte. Por ejemplo, si se ha estudiado la obra de diez filósofos no es admisible que el examen consista en glosar uno de ellos, pues podría darse la circunstancia de que un estudiante sacase la máxima calificación habiendo estudiado sólo uno de ellos, produciéndose lo que los expertos llaman capitalización del error. Una prueba objetiva y bien diseñada debe evitar la retahíla de reclamaciones y cambios de calificaciones a las que nos tiene acostumbrados la antigua PAU, pues si la prueba está bien hecha los errores y modificaciones tienen que tener un carácter muy excepcional.

Un tipo de pruebas que funcionan muy bien es el de carácter mixto, formadas por un conjunto de preguntas de tipo test, y otras que exigen desarrollar un tema o resolver problemas. Las preguntas tipo test permiten asegurarse que los estudiantes dominan los conceptos y competencias básicas exigibles para acceder a la Universidad. Si están bien construidas, la gran ventaja de las pruebas tipo test es su objetividad y su versatilidad, pudiendo utilizarse para evaluar cualquier parte del programa. Por su parte, las preguntas que exigen el desarrollo de un tema permiten no sólo evaluar los conocimientos, sino también la creatividad, el estilo y la forma de construir los argumentos. Ahora bien, su talón de Aquiles es la subjetividad a la hora de corregirlas, pudiendo variar su calificación en función el profesor que la evalúe. Para evitar esta subjetividad, o al menos minimizarla, los correctores deben disponer de unas normas de calificación claras y precisas, denominadas rúbricas, que garanticen la equidad evaluativa de los estudiantes. No hay que olvidar que estamos escribiendo una línea en el currículum vitae de los estudiantes, que va a tener consecuencias importantes en

su futuro, hay que hacerlo bien, es una exigencia ética y deontológica.

Finalmente, habría que dar una proyección social a los resultados obtenidos en la reválida, estableciendo unos premios que reconozcan la excelencia en la prueba. Hay que aprovechar, en suma, esta oportunidad para dar un impulso a la formación académica de nuestros bachilleres, pues al fin y al cabo la buena educación es la suma de dos componentes, instrucción y carácter, el peso de cada uno de ellos es opinable, pero hoy tocaba hablar de la instrucción, que es lo que pretende evaluar la reválida que viene.