Es una obviedad afirmar hoy que los partidos socialdemócratas en Europa están en crisis. Crisis que en mi opinión está originada fundamentalmente por dos razones. Una, porque éstos no están siendo capaces de dar respuesta a las nuevas demandas de la sociedad. En la segunda mitad del siglo XX la socialdemocracia europea jugó un papel fundamental por su labor en la gran construcción del Estado de Bienestar, pues representaba una garantía de la sanidad, la educación y los servicios sociales para toda la ciudadanía, especialmente para los menos favorecidos.

Pero el mundo, al que nos enfrentamos hoy, ha cambiado profundamente y es en este mundo en el que ahora tiene que actuar, con los mismos valores, pero ante escenarios distintos, con los mismos principios, pero frente a diferentes retos.

La segunda razón de su crisis tiene que ver con el modelo de Partido: representativo o más participativo; institucional y burocratizado o con presencia real en el tejido social; de cultura endogámica o de apertura a la sociedad; de dirigentes apoltronados o de cuadros y militantes bien formados; un partido de elección de sus cargos públicos por fidelidad, docilidad y servidumbre a sus dirigentes o un partido que los elija por capacidad, mérito y compromiso político.

Pero la crisis de la socialdemocracia cobra una especial relevancia en España con el Partido Socialista Obrero Español(PSOE), objeto de todos los telediarios, artículos de opinión y tertulias de los diferentes medios de comunicación social en los últimos días.

A las causas apuntadas anteriormente habría que añadir las siguientes:

1.La pérdida de credibilidad, la pérdida de discurso político y de relato coherente, (sobre todo desde el mes de mayo de 2010 con las decisiones de los primeros recortes sociales del Gobierno de Zapatero. Posteriormente la Conferencia Política de 2013 y la elección de Pedro Sánchez como secretario general en julio del 2014 produjeron nuevas sensaciones de fortaleza política, pero la ciudadanía aun así seguía desconfiando del PSOE).

2. La aparición en escena de nuevos partidos políticos, como Ciudadanos (partido de centro-derecha) y Podemos (partido de izquierda radical y consecuencia del 15-M), lo cual produjo una reducción del espacio político del PSOE. A esto hay que añadir que el PSOE con antelación ya había dejado de ocupar espacios, y el espacio que no se ocupa lógicamente es ocupado por otros.

3.El perfil bajo, por regla general, de las distintas candidaturas presentadas y el perfil bajo de muchos dirigentes en los órganos del partido.

Mientras tanto, España se encuentra inmersa fundamentalmente en cinco problemas de gran calado: el político(la corrupción del PP), el territorial (Cataluña), el social (los recortes y pérdida de libertades), el de la crisis económica, la cual ya llevamos más de ocho años padeciéndola, y por último, el de la gobernabilidad del país, con nueve meses de embarazo y sin dar a luz.

Ante este desolador panorama aparecen unos iluminados dirigentes y exdirigentes del PSOE, que en vez de enmendarla se les ocurre la defenestración y el derrocamiento de un secretario general elegido democráticamente por todos los afiliados al partido (la primera vez que esto ocurre en España) en unas elecciones primarias, es decir, se pasaron por el forro la decisión de las bases del partido y sin pensar (o pensando) en las graves consecuencias que este hecho iba a suponer tanto para la sociedad como para el partido al que dicen representar.

Desgraciadamente se ha abierto una brecha entre nuestros dirigentes y las bases del partido, brecha difícil de restañar. Una gran parte de la militancia está cansada de conflictos internos, de no sentirse partícipes en las decisiones del partido, de que sus opiniones e iniciativas políticas no sean atendidas, de que se acuerden de ellos solamente cuando hay elecciones para ser interventor/apoderado o para ensobrar papeletas, de ser convocados únicamente para votaciones internas y para rellenar los aforos de los actos, de que se confeccionen listas electorales que no son ganadoras, etcétera.

Anteriormente a esta funesta decisión política, había un trilema: gobierno alternativo, nuevas elecciones o favorecer la gobernabilidad del PP con la abstención. Ahora las cosas han cambiado. Los socialistas tenemos un dilema: o abstención o votar no. Pero, claro, votar no significa nuevas elecciones con un partido dividido y sin candidato.

Amigo, lector, no le resultará difícil suponer lo que los sesudos miembros del Comité Federal van a votar. Alea iacta est.