Sabedor de que se juega una buena temporada a la sombra, a tenor de los 125 años de cárcel que le pide la fiscalía, Francisco Correa ha decidido colaborar con la justicia y contar la verdad que recuerda y que está dispuesto a contar. Resulta curioso observar el cambio que se ha producido en su forma de hablar y de caminar cuando entra todos los días en la Audiencia Nacional asediado por las imprecaciones de los preferentistas estafados por Bankia. De sus inicios como actor de teatro altivo y silencioso hemos pasado a un Correa con hablar pausado y amigable, a uno de esos jefes de recursos humanos que te despide sin motivo y encima intenta quedar como tu amigo.

Sorprende de este juicio que a pesar de que queda acreditado un sistema de trabajo del Partido Popular basado en la corrupción y en el reparto del botín entre unos cuantos, no parece que esté teniendo las consecuencias políticas lógicas que debería tener para un Gobierno que ha hecho gala de regeneración en materia de corrupción y de aplicar un rígido sistema de comportamiento ético de sus dirigentes. Por mucho que Mariano Rajoy y sus principales colaboradores se desgañitasen en su momento gritando a los cuatro vientos ser víctimas de «una trama contra el PP», dando a entender que todo lo que se iba conociendo era en realidad producto de una conspiración, la realidad ha demostrado que las primeras investigaciones del juez Garzón iban bien encaminadas.

La actitud del Partido Popular ha pasado de la negación, en un principio, de las investigaciones policiales y judiciales a asegurar, en el momento actual, que aunque la sentencia del caso Gürtel demuestre la corrupción y tráfico de influencias que durante años constituyó, presuntamente, la columna vertebral del Partido Popular, en realidad es algo que forma parte del pasado, como si el PP no tuviera nada que ver con el de hace quince años o como si el Rajoy de ahora no sea el que organizó las campañas electorales durante los años en que Correa se encargaba de ellas y de hacer de conseguidor a otros empresarios de contratos con la Administración -gracias a la figura de Luis Bárcenas y otros alcaldes del Partido Popular- a cambio de comisiones que se repartían Correa y el resto de altos cargos del Partido Popular.

El caso Gürtel es una de esas muñecas rusas que se abren y que contienen otra más pequeña en su interior. Escuchando (o leyendo) las declaraciones de los imputados surgen nuevas preguntas; el dinero que entregaba Correa a Bárcenas, ¿lo repartía o se quedaba con él en su mayor parte? ¿Qué ministerios de la época de Aznar estuvieron implicados en las asignación irregular de contratos a cambio de mordidas? ¿Por qué no se atreve Correa a dar los nombres importantes del Partido Popular que controlaban el reparto de dinero?

La explicación dada por el Partido Popular al desfile de antiguos cargos por la Audiencia Nacional no puede ser más peregrina. Pretende María Dolores de Cospedal, secretaria general del Partido Popular, que nos creamos que las adjudicaciones a cambio de mordidas que han quedado demostradas en la fase de instrucción del procedimiento obedecen al pasado de su partido que, por supuesto, no tiene nada que ver con el actual a pesar de que Mariano Rajoy formase parte de la dirección cuando se repartían sobres de sobresueldos con dinero negro a diestra y siniestra, que dirigiese las campañas de 1996 y 2004 y que haya pasado por casi todos los estamentos de la calle Génova y de la Administración cuando ha sido dirigida por el Partido Popular. El resto de los integrantes de la famosa rueda de prensa en la que Mariano Rajoy dijo aquella frase tan graciosa de que el caso Gürtel era una trama contra el PP y no una trama del PP callan instalados en la comodidad de sus bien remunerados puestos de trabajo conseguidos gracias a que su partido tuvo más ventajas que los demás gracias al dinero negro que entraba a espuertas en la sede de Génova.

Ha sorprendido el silencio de Albert Rivera. Apenas hemos escuchado declaraciones de ningún miembro de la dirección de Ciudadanos. Muy difícil lo tienen los de la formación naranja para seguir encontrando argumentos que sostengan que su apoyo al Partido Popular es la única acción posible. Ciudadanos nació como la necesaria renovación del centro derecha español y poco a poco se ha ido convirtiendo en la tapadera de las vergüenzas del Partido Popular. Tampoco parece muy coherente el murmullo, apenas audible, que ha expresado el PSOE tras el inicio del juicio Gürtel. El laberinto en el que se ha metido la gestora del PSOE, dirigida por Susana Díaz y el rubalcarismo, como consecuencia de querer eliminar a Pedro Sánchez a cualquier precio de la secretaría general les ha abocado a tener que explicar a sus votantes los motivos de dar la presidencia del Gobierno a Mariano Rajoy.