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Una semana alicantina

Al pasado lunes tuvo lugar, en el Teatro Principal, la Gala de Entrega de los Premios José Estruch en su primera edición, en la que se premió a los profesionales de diversos sectores que pasaron por este escenario durante la temporada anterior, seleccionados por un jurado creado para tal fin. Lástima que el espectáculo que precedió a la gala no estuviera a la altura del momento, un espectáculo inadecuado por su larga duración y por su muy discutible calidad, que provocó la huida de muchos espectadores. Estos premios, sin duda merecidos por los distinguidos, siempre son discutibles, ya se sabe; a mí, sin embargo, me faltó la distinción al gran Héctor Alterio, sin que ello suponga desmerecer a Daniel Grao, magnífico en su interpretación de La piedra oscura, que nos dejó boquiabiertos con su extraordinario trabajo en El Padre. Pero en fin, el jurado manda. Lo que me interesa destacar es que, gracias a estos premios, se conocerá la figura del alicantino Pepe Estruch, tan desconocido como olvidado de las instituciones locales; su biografía se ha publicado de forma prolija en los medios durante los últimos días, sacándole del olvido y situándole en toda su importancia en cuanto a gran teórico del teatro, de inolvidable recuerdo para los muchos alumnos a los que impartió clases en la Real Escuela Superior de Arte Dramático durante los últimos años de su vida. Le conocí a raíz del estreno en Alicante de uno de sus últimos montajes como director, El Rey Juan, una obra casi desconocida aquí del genio de Stratford William Shakespeare, creo que en el año 1985, y que fue el ejercicio de fin de curso de los alumnos de la citada escuela (RESAD), y en la que un jovencísimo Ramón Madáula tuvo su primer papel protagonista. Estruch se presentó de incógnito, confirmando así su discreción y su huida de cualquier protagonismo. A partir de ahora recordaremos anualmente su figura, gracias a la feliz idea de Paco Sanguino, director del Principal, sacándole así del olvido.

Y por feliz coincidencia, en esta semana también tendremos ocasión de reconocer los muchos méritos de otro alicantino, Juan Pastor, que el próximo sábado se presentará con un Chejov perfecto: Tres hermanas, con su compañía Guindalera. Pastor abandonó Alicante en el año 1972 al descubrir casualmente el teatro tras asistir a la representación de la obra Historias del zoo de Edward Albee, a cargo del TEI, uno de los grupos independientes más destacados de los años 70; tras permanecer varios meses en un curso impartido en la escuela madrileña de dicho grupo, Juan (conocido en Alicante como Juanele Pastor) literalmente quemó las naves, liquidando el negocio familiar que regentaba (dos conocidos hoteles en la ciudad y en la playa de San Juan, hoy desaparecidos), para iniciar desde cero una carrera hasta entonces desconocida para él, salvo tres o cuatro incursiones en el teatro local en el grupo ALBA-70. No debió ser fácil tal decisión en unos tiempos donde lo que se buscaba era la seguridad ante el futuro, futuro por otro lado que él tenía más que resuelto. Y como suele suceder inició una carrera llena de obstáculos y competencia en el difícil mundo teatral del Madrid de la época, hasta que decidió, junto a su mujer, crear una escuela que a su vez era un pequeño teatro en el barrio de Diego de León, la Sala Guindalera, donde se mostraba al público interesado en «otro teatro» el resultado del trabajo con sus alumnos. Y poco a poco fue adquiriendo un justo prestigio entre la profesión hasta que las dificultades económicas (Ay, el famoso 21% de IVA!) le obligaron a cerrar la sala como teatro, pero no a continuar con los montajes teatrales serios como el que esta semana tendremos ocasión de disfrutar.

El público alicantino que de verdad ame el buen teatro, y que últimamente está desertando de forma alarmante, no puede (ni debe) ignorar esta ocasión, porque además de ver un montaje de indiscutible calidad, un trabajo coral en el que es obligado citar a la joven María Pastor, su hija, aplaudiremos la valentía y la perseverancia de un alicantino que ante todo luchó por ser feliz, Ser un poco chauvinista de vez en cuándo es saludable, y esta semana dos alicantinos grandes merecen nuestro homenaje; José Estruch y Juan Pastor.

La perla. «Con el tiempo uno aprende a querer más?pero a menos gente» (Basilio, dibujante e ilustrador español)

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