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Jesús Javier Prado

Los sueños de la razón de «Jota»

Un crío de doce años aterrado. Un árbol convertido en monstruo imaginario que le cuenta historias. Una madre enferma. Un padre desnortado. Una abuela dura. Juan Antonio Bayona, «jota» para los amigos, hace una magnífica película adulta para niños en la que se postula a ojos del planeta Hollywood como sucesor de Steven Spielberg, mostrando una destreza espectacular desde los mismos títulos de crédito, y que hacen de este catalán de cuarenta y un años una de las figuras del cine mundial.

La historia, basada en el libro del mismo nombre del escritor Patrick Ness, es sencilla, directa, y habla de los problemas que se le vienen encima a un chaval (grande ya para ser un niño, pequeño aún para que se le considere un mayor) que tiene que afrontar la enfermedad que sufre su madre, el acoso del matón del colegio, la incomprensión de un padre que vive lejos de él, la ansiedad y desesperanza que le provocan sus pesadillas recurrentes. Bayona introduce de una manera inteligente y atractiva al monstruo, un tejo que cobra forma y voz para ayudar a Connor en la comprensión de la vida contándole unas historias donde le trata de orientar sobre el dolor y las contradicciones de la misma, la ausencia de blancos y negros absolutos, o la necesidad de creer en uno mismo; y que lo que vale -más que decir o pensar las cosas- es hacerlas.

Y la imbricación de esas tres historias animadas en la película es uno de los grandes aciertos de Bayona: frente al prodigio del montaje milimétrico y lleno de sentido cinematográfico y pericia en el manejo de los efectos digitales que hace el director para contar el argumento principal, se contrapone el dibujo plano, artístico, casi trazado a mano, de las tres historias animadas que sirven al mostruo -al que da cuerpo y voz Liam Nesson- para ayudar a un chico de doce años a crecer, a hacer frente a sus fantasmas y a que se desahogue si hace falta, dándole fuerza y permiso para que rompa -además de casas, muebles, cristales y relojes antiguos- con el dolor que lleva dentro y que no comprende, y que amenaza con hundirle para siempre.

La película ha tenido buenas críticas, pero no obstante le ha caído algún palo, por considerar decir que es sensiblona y tendente a lo lacrimógeno. Yo creo que no es sensiblona, sino sensible. Y sí, puede que haya gente que llore en el cine, pero ¿no se le pide al cine que haga reir y llorar, además de pensar? Bayona hace una película magnífica, llena de detalles y guiños cinematográficos, con planos e imágenes visualmente deslumbrantes y que demuestra que, además de saber manejarse con grandes presupuestos, sigue teniendo sueños cuya razón produce monstruos. Y por lo que se ve, han venido para quedarse, y por mucho tiempo.

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