Han sido muchas las personas, sin ánimo de ser petulante, que se han comunicado conmigo, con ocasión del último artículo publicado en esta columna de opinión, acerca de un Observatorio Socio-Económico para Alicante. La mayoría me han solicitado que continúe desarrollando su contenido y me veo en la tesitura de dar cumplimiento a tal petición, no sin antes agradecer las opiniones recibidas.

Es un hecho fácilmente constatable que la ciudad de Alicante adolece de falta de criterio, que la empuja hacia la ineficiencia y la somete a las veleidades de proyectos puntuales, sin vocación integradora. En las líneas de la semana pasaba no culpaba de ello exclusivamente al actual gobierno local, sino que le emplazaba a que comenzara a dar sentido al cambio electoral acontecido el pasado año, que no es otra cosa que estudiar de forma pormenorizada la ciudad, y sus desequilibrios, para hacer algo tan manido como inédito: un proyecto de ciudad integradora.

Para ello, proponía la creación de un Observatorio que, de forma transversal, el Ayuntamiento, donde todas las concejalías participaran en el ámbito de sus competencias, integrando a los grupo de la oposición y agentes sociales y económicos, comenzase los trabajos con el diseño de un mapa de Alicante. Un mapa que localizara las principales debilidades y los desequilibrios de la ciudad, en particular, las desigualdades sociales, económicas, culturales, étnicas, entre otras, así como las debilidades, que, de forma enunciativa, y sin ánimo de ser excluyente, pueden ser: el desempleo, la empleabilidad, la productividad, la inseguridad jurídica y ciudadana, entre muchas otras y, además, las que se le ocurra al lector. Es necesario, en definitiva, poner negro sobre blanco las carencias que la sociedad de nuestra ciudad tiene por los motivos que se puedan numerar e identificar. Este análisis no puede tener un carácter puntual, sino permanente.

Por otro lado, no sólo hay que llevar a cabo un mirada ad intra de la ciudad, sino que resulta igualmente imperioso conocer los retos que vienen de fuera, que debemos afrontar, y ubicarlos en el mapa de Alicante. Si la ciudad y la ciudadanía, así como sus instituciones, no están preparadas para abordar las tendencias, iniciativas y demás amenazas que exceden del origen local no cabe otra conclusión de que sucumbirán, sucumbiremos, a las mismas e irán, iremos, a rebufo de lo que mandaten otros. Hay fenómenos que afectan a la ciudad y que, en lugar de saber abordar, estamos siendo víctimas de su falta de previsión, como, por ejemplo, la gentrificación, que provoca un cambio sustancial en la forma de vida en los barrios, sin que se haya previsto hacer nada para dar coherencia al proceso de cambio. Un testimonio palmario es el centro urbano, que ha sido tomado por los locales de ocio y en el que muchas viviendas se están tornando en apartamentos turísticos, es decir, que se está perdiendo el carácter residencial, con todas las connotaciones económicas, sociales y culturales que conlleva someter un barrio a iniciativas económicas que no responden a una crecimiento ordenado y de cuyas consecuencias no hemos advertido.

El mapa de la ciudad debe continuar con un estudio de las infraestructuras de la ciudad y sus comunicaciones. Es indispensable para el proceso posterior conocer las deficiencias existentes en materia de infraestructuras y comunicaciones, pues, sin duda, tienen un carácter integrador, pues no podemos pensar en dar soluciones económicas y sociales si el territorio no está a disposición del bienestar social y del desarrollo económico. La proyección de escuelas infantiles, zonas de esparcimiento, suelo industrial, vías de comunicación rápidas, conexiones interterritoriales y sectoriales, etc; todas ellas deben responder a las necesidades del proyecto de ciudad integradora.

El mapa debería tener un espacio para analizar el edificio institucional local y adoptar las medidas necesarias para dotarlo de mayor eficiencia.

En resumen, el objetivo es advertir las debilidades y amenazas de la ciudad para, posteriormente, reveladas las fortalezas y oportunidades, diseñar el modelo de ciudad integradora. Y, para ello, todos debemos demostrar que estamos a la altura de unas circunstancias que exceden de los particularismos y que tiene carácter intergeneracional.