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Joaquín Rábago

Cargarse la democracia

No sé si se dan cuenta o es que no les importa, pero entre todos, unos más y otros menos, se están cargando la democracia. El principal responsable de ello, no puede caber ninguna duda, es el Partido Popular, y sobre todo quien lleva años a su frente sin asumir la mínima responsabilidad de todo lo sucedido bajo su mandato. En su cinismo y su arrogancia, el partido que nos gobierna en funciones y aspira a seguir haciéndolo parece considerar que, si algo hizo mal, los ciudadanos ya le han absuelto con sus votos.

La mínima decencia política habría obligado hace tiempo al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, a presentar su dimisión y permitir que algún otro, menos contaminado, encabezara la cada vez más urgente renovación del partido. Pero el líder del PP es como don Tancredo, el hombre del que José Bergamín escribió que «en su voluntad de no hacer nada (..) se positiviza en un esfuerzo heroico: el de no moverse lo más mínimo, y con ello, la tensión positiva de no hacer se hace lo más poderosamente afirmativo de todo».

En un partido vertical como el PP, nadie se atreve a cuestionar al jefe si éste no se mueve, y está claro que nuestro personaje no tiene, al menos de momento, la mínima intención de bajarse del pedestal en el que le colocó el dedo de su predecesor. Pero ocurre que tampoco parece que el todavía principal partido de la oposición esté dispuesto a ponerle difícil su continuidad, inmerso como está en sus propias contradicciones y luchas internas.

Tras la defenestración del hombre que osó poner en duda ante las cámaras la decencia del presidente del Gobierno, quienes le defenestraron parecen haber optado definitivamente por dejar que éste siga gobernando. Argumentan que, tras lo ocurrido en las dos últimas elecciones, es el mal menor, pues en caso de tener que acudir otra vez a las urnas, los ciudadanos podrían dar a Rajoy incluso una mayoría rayana en la absoluta.

Muy mal deben de estar haciendo las cosas. ¿Se han preguntado acaso si todo ello tiene algo que ver con el hecho de que el PP haya podido gobernar toda una legislatura y casi un año más en funciones como si no existiera una oposición? Y ya ni siquiera se atreven a consultar a su propia militancia para que decida sobre si dejar que siga o no Rajoy con el argumento de que no hay tiempo para ello y que lo importante ahora es garantizar la estabilidad del país.

Y ¿qué decir de los partidos emergentes? Ciudadanos, que solía presumir de martillo de corruptos, relativiza ahora los procesos judiciales en marcha porque, según sus dirigentes, no representan ninguna novedad o sorpresa. ¿Y Podemos? Pues esperando sólo sacar tajada del descalabro socialista e inmerso en pequeñas peleas personales y en una absurda discusión sobre si hay que dar miedo al poderoso o tratar de seducir a la mayoría.

Mientras tanto, en una parte importante del país, el debate territorial sigue atrapado en la sinrazón y sin atisbos de que vaya un día a resolverse. Sí, entre todos, con Rajoy al frente, pero sin que ninguno se salve, se están cargando la democracia.

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