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Juan R. Gil

Lasciate ogni speranza

Verán. Resulta que, tras una jornada como la del viernes, en la que el alcalde de la segunda población de la Comunidad Valenciana abandona el pleno en el que se debate el estado en que se encuentra la ciudad que gobierna sin haber intervenido, el manual dice que el artículo político del domingo siguiente tiene que versar sobre un suceso tan extraordinario. Pero hay dos problemas. Primero, resulta imposible superar la crónica que, bajo el título «Echávarri da la espantada», firmó ayer mismo en estas páginas 2 y 3 la redactora jefe de INFORMACIÓN Mariola Sabuco. En otros tiempos, la habríamos vuelto a publicar hoy. Como hacía Ansón en el viejo Abc: «Por su interés, repetimos...». Pero como los lectores tienen ahora la facilidad de acudir a la web del periódico a cualquier hora del día o la noche, háganme caso y, si alguno se la perdió ayer, corra a degustarla. No es un cuadro, ni siquiera una radiografía: es una autopsia en la que la forense ha manejado con cuidado el escalpelo, ha apartado con serenidad las vísceras y ha dejado un cuerpo desnudo sobre el que, prueba a prueba, certificar clínicamente de qué mal murió el occiso.

El segundo problema es que, así las cosas, sólo quedaría cargar los adjetivos: decir de Echávarri esto o lo otro, de Pavón lo de más allá o de la Corporación que padecemos cualquier disparate de los que ellos mismos o sus sicarios utilizan contra sí mismos o contra el resto de la mortales en las redes sociales. Pero el que suscribe se reconoce harto: en apenas año y medio se ha escrito todo, se ha dicho todo y cualquier intento de encontrar racionalidad, coherencia, preocupación por el interés público o por la dignidad del cargo entre algunos de los que toman las decisiones en el gobierno municipal de Alicante está condenado al fracaso. Lasciate ogni speranza, esculpió Dante a las puertas del infierno. Abandonad toda esperanza. Deberían cincelar algo igual en el vestíbulo del Ayuntamiento de Alicante.

Así que, no perdamos ni un minuto más con la última trastada de Echávarri, por mucho que esta vez se haya superado y haya logrado dejar con la boca abierta, no sólo a los de fuera, sino sobre todo a los que se sientan a su lado en las filas del gobierno o en los despachos de la Alcaldía. A lo que se ve, nadie, ni sus socios en el tripartido, ni sus propios asesores, esperaban que abandonara un pleno que él mismo había convocado para hablar de cómo está Alicante. Sería un pronto. O le daría un aire, como decían nuestros abuelos. No sé. Da igual. Ni es la primera ni será la última.

Dejemos el pasado, por reciente que sea, y vayamos al futuro, que se nos echa encima. Lo dijo el portavoz del tripartido y de Compromís, Natxo Bellido: no hay votos para aprobar los presupuestos. Y una ciudad no funciona si no hay presupuesto. Se puede prorrogar, claro que sí. Pero eso es lo mismo que congelar el municipio y, encima, no puede hacerse de continuo. En unos meses la -repito- segunda población de la Comunidad Valenciana, capital de la quinta provincia de España, puede estar sin presupuesto, sin Plan General de Ordenación Urbana, sin política comercial, con la ciudad sucia, con el urbanismo colapsado, con la inseguridad jurídica ahuyentando las inversiones, sin interlocución ni en Madrid ni en Valencia y con los vecinos que más apoyaron el cambio de signo político atónitos, por no decir desesperados.

Miren: lo más objetivo que puede decirse de este tripartido es que es un irresponsable. En todos los sentidos posibles del término: porque no hace nada por la gobernanza de la ciudad y porque cree que los escándalos que marcaron la etapa del PP le conceden coartada para todo. Y no es así.

Seguro que todos ustedes conocen el viejo cuento ruso de los tres sobres. Por si algún lector lo ha olvidado, lo rememoro. Un gobernante llega al poder y recibe de su antecesor tres sobres numerados -1, 2 y 3-, con una nota que reza: «Cuando te encuentres con dificultades, abre los tres sobres por su orden y sigue las instrucciones que hallarás en ellos». El nuevo jefe guarda los sobres y la curiosa nota en la caja fuerte y, meses después, vencido el empuje popular que le llevó en volandas a la poltrona, empiezan a arreciar las críticas, por lo que se decide a abrir el primer sobre. En su interior, escrito en una tarjeta puede leerse: «Échale la culpa de todo a la herencia recibida». Pasan varios meses más, rebasa la mitad del mandato, pero un día de nuevo las cosas vuelven a torcerse y las quejas otra vez se expanden. Confundido, saca el sobre número 2. El tarjetón dice: «Échale la culpa a las estructuras con las que te has visto obligado a gestionar». El preboste lo hace: despotrica contra la organización que se ha encontrado -las contratas, los funcionarios...-, incluso aprovecha para cambiarla, eliminar los desafectos que quedan y colocar compromisos pendientes. Pero al cabo del tiempo, la añagaza tampoco funciona. Entonces, abre el tercer sobre. La cartulina dice: «Prepara tres sobres». En el cuento eslavo, los tres sobres bien administrados dan para más de una legislatura. En Alicante, los dos primeros se han abierto en un suspiro.

Quiero decir que el PP, en veinte años, no fue capaz de aprobar un Plan General, que Alicante ha sido históricamente una ciudad sucia y que escándalos y dimisiones los hubo y de hecho están subjudice. Pero el tripartido lleva en el poder año y medio y, lejos de arreglar la situación de la ciudad, la ha dislocado a tal punto que, si ha salido de las páginas de sucesos es, en todo caso, para entrar en las antologías del disparate. El propio portavoz del tripartido, Bellido, admitió ayer que la ciudad está siendo victimizada por actuaciones como la que protagonizó el alcalde el viernes. No puedo estar más de acuerdo.

El problema es que ya no sabemos si el líder en Alicante de Compromís lo dice porque piensa hacer algo para evitarlo o sólo lo comenta como el que entra en un ascensor y se pone a hablar del tiempo. Porque, a ver, ¿cómo es posible que Bellido pida a la oposición en el pleno votos para aprobar los presupuestos, y al mismo tiempo permita que su número dos en el grupo municipal se enzarce con la portavoz del único partido que podría dárselos? Que el concejal de Guanyar Dani Simón se lanzara como una fiera contra Yaneth Giraldo, la nueva responsable del partido de Rivera en el Ayuntamiento, entra dentro del guión. Simón es una rara especie de doctor Jekyll y mister Hyde político. Se ha labrado una imagen pública de hombre de paz que casa mal con sus ataques de ira, que no son infrecuentes. Pero si tampoco los concejales de Compromís tienen más temple, entonces pedir ayuda en el pleno para los presupuestos no fue más que un paripé.

Cuando estudiábamos los fundamentos de la gestión pública, leíamos que el presupuesto es la expresión cifrada de un proyecto político. Por tanto, tránsfugas aparte, es muy difícil que tres partidos -supuestamente- de izquierdas pacten con cualquiera de los dos de derechas que podrían darle el voto que les falta. Difícil, no imposible. Una ciudad no es un Estado. Hay muchos asuntos en el gobierno municipal que no son de derechas o de izquierdas, sino de sentido común. Pero para empezar a hablar -aparte de más diplomacia- digo yo que haría falta un papel. ¿Lo hay? ¿Existe, a mediados de octubre, una propuesta de presupuesto por parte del equipo de gobierno? Si está, no ha trascendido. Pero los antecedentes no son halagüeños. Recuerden que el año pasado, cuando aún tenía mayoría absoluta, el tripartido a punto estuvo de no sacar adelante sus primeras cuentas por la división entre ellos. Y ahora la cosa no está mejor. Así que eludir el bloqueo empieza a parecer algo más propio de la Santa Faz que de la aritmética plenaria.

Esto, un político que pensara más en su ciudad y menos en sí mismo, lo resolvería. Pero Echávarri le dijo no hace mucho a un miembro destacado de su partido que él ya tenía lo que quería: un cuadro en la galería de alcaldes. «De ahí no me pueden quitar», comentó, tras un exabrupto. Tiene razón. De lo que no se da cuenta es de que en esa pared hay de todo: alcaldes buenos y malos, corruptos y honestos, nombrados por la Dictadura o elegidos en una lista presentada a los ciudadanos. El mérito no consiste en estar ahí, sino en lo que hiciste para que te recordaran.

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