El viernes 7 de octubre amaneció con una pésima noticia: el terrorismo machista se había cobrado la vida de una mujer en Arévalo. Otra más, otra de nosotras asesinada. En trámites de separación, el marido aprovechó el régimen de visitas para apuñalarla mortalmente en presencia de sus dos hijas. Ella tenía 33 años; él, 32. Nos hemos acostumbrado a este horror.

Al poco rato leí en este periódico que en Orihuela habían detenido a un hombre acusado de manipular los frenos del coche de su pareja con la intención de matarla y que pareciera un accidente. Apenas hacía dos semanas que habían puesto fin a su relación por segunda vez y él no paraba de acosarla. Ella tiene 27 años; él, 33. Noticias así no suelen trascender más allá del ámbito local o provincial. Y son cotidianas.

En las redes sociales esa mañana solo en los perfiles de activistas feministas cundía la indignación porque en el comunicado de Sergi Enrich y Antonio Luna, futbolistas del Eibar, por la difusión de un video de contenido sexual sin el consentimiento de la joven que aparecía en él, pedían disculpas a todo el mundo mundial y sólo en último lugar lamentaban que pudiera dañar la imagen de la mujer. Mendilibar, el técnico del equipo, mostró el apoyo a sus jugadores, protegiéndoles de los focos mediáticos y descartó que el club fuera a aplicar sanción alguna por estos hechos. Sergi tiene 26 años; Antonio, 25. Desconozco la edad de ella, aunque presumo que por la veintena andará.

Ya ven qué edades tienen ellos y ellas. No hablemos ya de gente más joven. Supongo que, como nacieron y crecieron en una sociedad donde la igualdad formal está reconocida, piensan que la desigualdad entre mujeres y hombres no existe o es cosa del pasado. Ignoran que esa desigualdad la aprendemos desde la cuna y sólo ser conscientes de ella, del sistema que la alienta y mantiene y de los mecanismos que le procuran firmeza es lo que permitirá su erradicación. Y eso es lo que enseña el feminismo. Como titula mi querida Elena Simón uno de sus últimos libros La igualdad también se aprende. Y para eso las aportaciones de las teóricas feministas son vitales. En España las primeras y mayores contribuciones se las debemos a las filósofas Celia Amorós y Amelia Valcárcel. Al final de la mañana de ese viernes conocimos que ambas acababan de recibir el reconocimiento oficial a su labor. Amorós recibió del gobierno valenciano la Distinción de la Generalitat Valenciana; Valcárcel, recibió del gobierno español la Gran Cruz de la Orden Civil de Alfonso X. Buenas noticias para un día que había comenzado muy mal. Ojalá ese reconocimiento suponga la incorporación de la perspectiva feminista en la educación. Nos hace falta para vivir.