La jefa andaluza Susana Díaz pretende limpiar su imagen pública tras el terremoto interno del PSOE. En plena operación de cirugía estética pone pilas a la agenda social de la Junta, a base de golpes de efecto y propaganda. Extrae chucherías de la chistera y hace juegos de prestidigitación política. Pero, como a tantos otros, se le ve el truco en las frecuentes escenificaciones. En este caso tocaba coquetear con los agentes sociales por el empleo digno al introducir cláusulas de corte social en los contratos públicos. Y para defender la conciliación familiar y el medioambiente por orden de tres directivas europeas.

Aunque la Ley estatal de Contratos impone un estrecho margen, no importa. Impactar de un modo u otro es lo que mola aunque el recorrido sea escaso, nulo o más aparente que real. Los postureos, el tacticismo y el timo de la estampita siguen funcionando con tal de mejorar supuestamente la cara. Cuestión de estrategia y de fabricar espejismos destinados a la burlada población. La actual gestora socialista se abstiene con una mano y con la otra saluda a la militancia. Por su parte, el PP, en la fiesta del día del afiliado, invita a paella y bocatas de longaniza. El bueno de Rajoy golpea con el mazo de los recortes y al mismo tiempo obsequia migajas como compensación. El comandante del equipo popular aspira a grandes consensos, después de su investidura, y vuelve a rechazar a los «extremistas», que conducen hacia atrás. Lo dice el rey del mambo de la corrupción, de la moderación, salarial, naturalmente, y de las perspectivas de futuro para los socios VIP del club. Ahí tienen ese manual de instrucciones. El de la presunta financiación irregular durante los años de la trama Gürtel, o cómo superar el límite establecido de gasto sin ser pillados por los estériles y bien nutridos dinosaurios del Tribunal de Cuentas. Los alcaldes recibían un «powerpoint» para aprender el método, y los responsables nacionales del PP explicaban verbalmente las líneas maestras a los líderes regionales.

Menos mal que la loca academia de enseñanzas populares lo niega y solo da cursillos de cómo no cometer irregularidades, a juicio de Cospedal, una de las nobles reinas del cuento sin su colorín, colorado.