Recientemente, el diario INFORMACIÓN publicó un artículo de mi apreciado colega J.J. Bolufer, que se pregunta ¿Por qué seguimos creciendo si no tenemos gobierno?. Tras una exposición de datos y un repaso de algunas teorías de cuatro economistas clásicos sobre el tema, llega a la conclusión de que se está produciendo un crecimiento del PIB debido a las decisiones de los ciudadanos y de las empresas y no de la acción del Estado, por lo que nadie debería anotarse puntos que no le corresponden por este crecimiento. Podemos estar de acuerdo con la mayoría de los razonamientos.

No obstante, también posiblemente coincidamos en que un planteamiento como el expuesto puede llevar a la conclusión de la inutilidad o no necesidad del Estado, de los gobiernos que los rijan. Así, alguien podría pensar todavía que la «mano invisible del mercado» soluciona a largo plazo todos los efectos indeseados generados por éste, siguiendo con el clásico laissez faire et laissez passer, le monde va de lui même.

No vamos a inundar este escrito con datos ni con citas de economistas famosos, el elemento más definidor de la situación económica mundial es el reconocimiento del tremendo y creciente nivel de desigualdades como consecuencia del crecimiento. La realidad demuestra a diario que cada vez hay ricos más ricos y cada vez hay más pobres más empobrecidos. Abundan los empleos precarios con retribuciones precarias, aparecen numerosos asalariados, no desempleados, pero que no superan el umbral de pobreza (aquél que permite cubrir las necesidades elementales de una familia).

El proceso no es nuevo, cabe recordar el amigo de Mafalda que hablando de renta per cápita, dice: mi papá tiene 5 cápitas. O el conocido planteamiento de que partiendo de una situación inicial de 4 huevos y 4 personas, teóricamente cada uno tiene 1 huevo, si en ese momento la gallina pone 2 huevos más, la riqueza colectiva aumenta, pero alguien comerá más de 1 huevo. Se corre el peligro de que al final «la gallineta dice que no quiere poner más huevos».

Para el crecimiento económico puede que no sea imprescindible el Estado, los Gobiernos, (obviando su participación directa como sujeto económico consumidor y proveedor de servicios, infraestructuras, sanidad, educación, ?), pero hasta ahora no se conoce un sustituto del Estado para asegurar o perseguir la quimera de luchar contra la desigualdad, de proteger a los débiles (los fuertes se protegen a sí mismos y entre ellos), a través de la función redistributiva de los impuestos, como también estos días ha recordado otro apreciado articulista del INFORMACIÓN F. Poveda, y a través de medidas de discriminación positiva, prestaciones sociales, coberturas mínimas, ? algo parecido a lo que se dio en llamar estado del bienestar.

Como se ha indicado al principio, el crecimiento económico puede no exigir la participación del Estado, pero el Estado es imprescindible para luchar contra la generación de desigualdades y por tanto, se necesita un Gobierno, pero no uno cualquiera sino uno que dirija ese Estado en la dirección señalada. Y cuanto antes.