Los problemas emocionales derivados de la infidelidad en la pareja son frecuente motivo de consulta en las consultas de psicología. Para analizar con detalle este tipo de asuntos, trataremos de ilustrarlo con un ejemplo relativamente usual alejándonos de consideraciones morales. Luis y Elisa llevan cinco años casados y tienen dos hijos. Luis, por su parte, mantiene en secreto una relación con María. Le asegura que se separará de su mujer lo antes posible, y que entonces, ya no tendrán que ocultarse más. María quiere creer la promesa de Luis, pero pasan las semanas, y los meses, y todo sigue igual.

Cuando profundizamos en las motivaciones de cada uno encontramos que Luis ama a Elisa, aunque el carácter de ella, en ocasiones, le resulta irritante. Incluso humillante. Cada vez que aparece un problema, él evita afrontarlo y busca a María. No quiere hacer frente a una separación porque no se siente capaz de manejar solo las dificultades del día a día, ni de encarar los problemas legales que implicaría el divorcio. María le proporciona alivio, rompe la monotonía de su predecible vida, tiene el encanto de lo prohibido, y con ella puede comportarse como el adolescente que ya no puede ser en su casa.

Elisa, por su parte, es cabalmente feliz con su marido. Le hace sentir segura de sí misma pues no se impone contradiciendo su forma de manejar los asuntos familiares. Encuentra en su entorno otros muchos asuntos que le interesan. Por ello no centra su existencia alrededor de la vida conyugal, ni se dedica a espiar a Luis. Acepta que ello pudiera ocasionarle problemas, pero prefiere no vivir eternamente preocupada.

María pasa los días en una constante intranquilidad. Tuvo desengaños amorosos que minaron su autoestima en el pasado, y hace tiempo que no se siente muy capaz de mantener una relación estable. Sabe que lo sensato sería olvidarse de Luis y aprender a disfrutar la soledad, o bien conocer a otra persona que no tenga que compartir con nadie. Pero, de algún modo, se ha obcecado. Cree que ha malgastado demasiado tiempo e ilusión con Luis como para rendirse justo cuando las cosas podrían cambiar. Además, esa montaña rusa de emociones tristes y alegres se ha convertido casi en algo adictivo. Aunque no quiera admitirlo, en el fondo siente que no merece algo mejor.

Curiosamente, la relación de Luis y Elisa sobrevive «gracias» a la existencia de María. Su secreta relación alivia las tensiones constantes del matrimonio. Por otra parte, tampoco la relación de Luis y María sería estable en otro escenario, puesto que carece de pilares sólidos, y no soportaría la convivencia diaria. Las tres personas mantienen, por tanto, una relación insatisfactoria, plagada de mentiras y sufrimiento, pero enormemente equilibrada.