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Mariola Sabuco

El mayor enemigo de una mujer

Aunque de los políticos, que no de la política, hace tiempo que espero menos que nada, sigo con gran atención la campaña de las presidenciales en EE UU; entre otras cosas porque los norteamericanos votan en noviembre para elegir no solo a su líder, sino „en la práctica, desde hace décadas„ a quien de verdad arbitra los designios del mundo. La cafeína me permitió, vía parabólica y con subtítulos, asistir en la madrugada de ayer, hora española, a parte del segundo debate entre Hillary Clinton (aspirante demócrata) y Donald Trump (aspirante republicano). Comprobé lo que me temía, que el multimillonario se mantiene en pie pese a encadenar exabruptos. Su última afirmación de que el dinero y la fama le permiten meter mano a quien desea, lejos de escandalizar promueve gestos de asentimiento con la cabeza en una sociedad eminentemente machista e hipócritamente puritana que ensalza a las mujeres más por su carácter sufridor de las veleidades de sus maridos que por su emprendedurismo. Trump ha dicho en voz alta lo que todo el mundo sabe desde John F. Kennedy, de ahí que resista sin problemas cual Berlusconi a la americana en el segundo asalto, pasando prácticamente intacto a la fase definitiva con el 74% del apoyo de los votantes conservadores, el 90% en Ohio y Pensilvania. Si un hombre que habla de las mujeres como lo hace Trump tiene a estas alturas serias posibilidades de convertirse en presidente pese a que más de la mitad del electorado estadounidense son mujeres, esto dice más sobre la sociedad en la que vivimos que los sesudos análisis sociológicos. Algún experto debería arrojar luz sobre el porqué Hillary Clinton „a quien Trump advirtió en el debate que metería en la cárcel apenas llegue al cargo„ resta importancia a las descalificaciones trumponianas del género femenino. ¿Quizá por ser precisamente mujer? La marca Hillary no está bien vista en Estados Unidos. Es una profesional competente, mejor abogada y política que su marido Bill Clinton „quien se mantuvo como presidente gracias al papel de ella en el affaire con la becaria Monica Lewinsky„, pero es una mujer y, sobre todo en USA, la política es un juego de hombres, con las reglas de los hombres. ¿Qué tienen que decir al respecto las norteamericanas? Es una incógnita, porque el mayor enemigo de una mujer siempre es otra mujer.

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