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La vía del tren de Canfranc

Faltaban pocos minutos para las tres de la tarde del lunes cuando el automotor Valencia-Xàtiva-Alcoy hizo su entrada en la estación, tras un viaje normal: dos horas largas de traqueteo incesante, sobre todo en la segunda parte, en la dura subida desde Albaida. Al día siguiente se publicó una imagen de este hecho que supone la plasmación de una normalidad muy lejos de la realidad. Dos incidentes en apenas dos semanas, que han dejado colgados a viajeros y además en dos trenes distintos, evidencian una realidad inquietante. La línea está al borde del colapso desde hace décadas, pero los automotores que entraron en servicio en tiempos de la UCD, empiezan a dar evidentes síntomas de fatiga, lo cual contribuye a incrementar la inquietud.

Lo positivo puede resultar que con estas incidencias el tren ha vuelto a la actualidad, tras haber tenido un cierto ostracismo durante el último año y medio. Evidentemente, no es lo mismo «exigir» desde la oposición que «hacer» desde el gobierno, sobre todo cuando las vacas están más que esmirriadas, las deudas e intereses se lo comen todo y hay que dar prioridad a lo más necesario o inmediato. Así, Compromís ha lanzado de inmediato la pelota en Madrid, reivindicando inversiones, facilitando la respuesta de Fernando Pastor, que se ha apresurado a contestar que el «tripartito» de Valencia no ha fijado partida presupuestaria para 2016, con lo que socava la ética de la argumentación.

Es correcto, pero también cabe preguntarse de qué habría servido un presupuesto de la Generalitat. Seamos magnánimos y pongamos un millón de euros. A Pastor, veterano en estas lides, se le olvidó añadir en su comunicado que el gobierno central o no había puesto un céntimo o había presupuestado cuatro perras, y a la postre con un ejecutivo en funciones nada se habría podido hacer.

De igual. Para que la línea funcione hacen falta decenas de millones -alrededor de siete, pactaron Camps y Blanco hace más de un lustro- y dudo que tal inversión se la pueda permitir este país en muchos años. En consecuencia, la línea está condenada a la provisionalidad más provisional posible hasta que algún percance -el incendio de Mariola del 94 estuvo a punto de lograrlo- acabe provocando su cierre. En ese momento, todas las instancias políticas se rasgarán las vestiduras, asegurarán que en cuanto se pueda se actuará con urgencia... Y hasta siempre amigos. A coger el autobús donde sea posible -no todos tienen acceso a este servicio- y a Valencia por la autovía. Más rápido y más cómodo.

Estas últimas semanas, entre polémicas del Corredor Mediterráneo o las cercanías de Valencia, he leído que existe un interés real de recuperar la línea Valencia-Zaragoza-Huesca-Canfranc-Pau. Es curioso porque España y Francia la tenían en el punto de mira y se aprovechó un percance en un puente para cerrarla en 1970. Y nunca más se supo. Recientemente, la histórica estación -la del Doctor Zhivago- ha sido restaurada, lo que otorga nuevos alicientes a la visita.

En este contexto, se podría apostar a que el futuro del tren de nuestras comarcas puede estar escrito con este argumento. Podríamos apostar, como en «Ruta suicida», por seguir con el cine, a si el próximo tren va o no va a llegar, a si los pasajeros arrastrarán la maleta por las vías o bajarán en la estación con un final como corresponde.

En tiempos de la inmediatez informativa, de comunicaciones por carretera que, por fin, están a la altura del siglo XXI, el tren, nuestro tren, se ha quedado como un vestigio de una época pasada. Es como si el «Xitxarra» hubiese seguido y todavía estuviese subiendo a 5 por hora y con los pasajeros varones caminando al lado por el Barranc de l'Infern, camino de L'Orxa. Podría ser un objeto de culto más o menos exótico, de atracción turística, pero desde luego no un servicio social y económico de uso diario.

Tenemos derecho, en consecuencia, a ser pesimistas. Con las facturas del AVE por pagar, con las administraciones con el agua al cuello, va a ser muy difícil que alguien asuma el coste de una adecuación de la línea, que seguirá como hasta ahora, condenada un destino incierto.

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