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Francisco Esquivel

Tiene que llover

Francisco Esquivel

No perderse en la travesía

Tras verse forzado a dejar el cetro, el hombre que rigió los destinos de esta tierra durante un tramo nada despreciable leyó su tesis doctoral, la blindó y exigió que fuera custodiada para que nadie tuviese acceso a ella. Lo hizo dos semanas después de ser absuelto del delito de soborno y un día antes de que entrara en vigor una disposición que obligaba a los doctores a colgar sus investigaciones en pedeefe para la consulta pública de cajón. El autor del mamotreto en torno a Propuestas para la reforma del sistema electoral ha sido acusado de plagio por un profesor de Navarra, en su día diputado autonómico socialista. Va de retro, Satanás. Si se añade que el antecesor al frente de la nave tampoco fue manco a su manera, los sucesores de este mandatario iluminado, que al salir de la sesión en la que el tribunal le otorgó un sobresaliente cum laude llegó a asegurar que le encantaría «enseñar todo lo que he aprendido durante años», no solo no quieren que la tesitura en la que se encuentra el mundo al que representan permanezca bajo llave sino que se muestran dispuestos a llegar a los confines para exponer que así no vamos a ningún lado. Y aunque cuesta explicar cómo, la rueda gira... sin llantas, radios ni apenas aire. A los ojos de cualquiera se trata de un misterio y no digamos si quien observa el fenómeno que tiene lugar por estos confines es tirando a cartesiano. A García Márquez le ocurrió que hasta que no se distanció de Aracataca una eternidad no se percató de que allí habitaba su Macondo. Pese a las posibilidades que él albergaba, eso no le impidió dar palos de ciego. Pero durante una escapada vio lo que pronto se convertiría en Cien años de soledad, se lo transmitió a la compañera de viaje, ésta negoció la deuda que iba a impedirles mantener la casa al regreso y, como Gabo renunció a lo banal, olvidó a quienes le ignoraban, fue derecho a por lo más vital y dio con la tecla, en nada se acabaron las penalidades. No sé si aquí es más fácil acabar con ellas o que, dentro de este realismo mágico, nos salga un Nobel.

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