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El Constitucional, Cataluña y los dragones de Komodo

Cuando uno ha viajado por esos mundos de Dios repartidos por los cinco continentes aprende mucho. Y hablo de ser viajero, no turista que recorre cinco ciudades en cuatro días para realizarse selfies montado en un bus ad hoc. Recorrer las calles a pie, respirar y palpar los mercados locales, patear el variadísimo mundo rural donde habitan culturas tan alejadas en la forma como semejantes en el fondo. Y se va adquiriendo una distancia cauta con la realidad de este nuestro país, que no deja de ser una burbuja seguramente tan cómoda como frágil. Me gustaría saber qué responderían los habitantes de las islas indonesias del mar de Flores si les preguntáramos acerca de por qué se esfuerzan en mantener su singular dragón de Komodo. Me gustaría poder hablarle de los derechos de los animales que se pregonan por aquí, a ver la cara que pondrían. Preguntarles por qué no defienden las vidas de esos cervatillos que pueblan sus islas y sirven de comida a esos lagartos gigantes que atraen a miles de turistas al año. ¿Es por la defensa del animal o por la supervivencia del humano?

Viene esto a colación porque esta semana se ha estado rumoreando acerca del veredicto favorable del Tribunal Constitucional sobre la anulación de la prohibición de la tauromaquia emitida en 2010 por el Parlament de Cataluña. Incluso se llegó a dar por hecha, y a la postre, como siempre que se trata del tema taurino, se ha pospuesto para dentro de quince días, o quizá quién sabe, no vaya a ser que despertemos a la bestia. Después de esperar seis años, qué más dará esperar otros seis. Y hete aquí que se ha despertado el president Carles Puigdemont, incluso sin esperar a la oficialidad, y se ha adelantado a asegurar que no aceptarán ningún dictamen de TC. Al president le importan un pimiento los toros, se la trae al pairo que sean animalitos que sufren más o menos. Los correbous sí que los protegemos, oiga, que llevan barretina y bailan sardanas. Lo que importa es dejar claro que ellos son más independientes que nadie, que ya no son España y que ojito con imposiciones que os llamo fascistas y dictadores. La independencia del poder judicial a día de hoy es algo más que ciencia ficción en nuestro país, porque nos da miedo coger el toro por los cuernos. Mejor hacer el Tancredo. Así, entre unos y otros, se va engordando esa ficción independentista como bola de nieve que genera millonarias cuentas en paraísos fiscales para unos pocos «pares de la pàtria» y que calienta sillones con sueldos de burgueses de barrio de Pedralbes a los anarquistas de la CUP. Durante el camino, el negocio es redondo. A ver quién para luego el alud de hielo que sobrevendrá.

Porque este país enferma de conservadurismo. Las izquierdas sociales se devoran entre ellas y provocan esa triste realidad de ver cómo se fortalece un partido corrupto que ha saqueado el país durante tantos años hasta dejarlo en los huesos de la mínima dignidad. Los invitados mafiosos de la boda de la hija de Aznar. Sé fuerte, Luis. Deu mil, onze mil, dotze mil: dos milions de peles. Y el jaguar del garaje que no sé de quién. Y aquel viaje a la isla de Corfú. Pero como en el país de los ciegos, el tuerto es el rey, a Mariano no le importa taparse las narices y un ojo para esperar a que se seque la ciénaga y al final, como aquel nefasto Fernando VII, acabe siendo poco menos que otro «Deseado». Evolución, involución, ¡qué mas da!

Por eso la elección de Simon Casas como empresario de Madrid me apetece por transgresora, atrevida y temeraria. El riesgo y los antecedentes que hemos vivido en nuestra ciudad no permiten más que ser escépticos con el francés, a fuer de ser sinceros, pero qué duda cabe de que será un revulsivo. Salga bien o salga mal la aventura, nos vamos a divertir. Y puestos a perder, que sea arriesgando. Y luego, el TC que dictamine lo que quiera. En Indonesia estarían encantados de poder atraer más turistas a que vieran sus lagartos gigantes. Y mientras lo que se muestren sean verdaderos dragones, ¿quién dice que no les vendría bien una productor artístico por allí?

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