Resulta comprensible la aprensión de los diputados socialistas ante unas nuevas elecciones y su defensa de la abstención, sin mentarla, que es a la vez la defensa de sus empleos ante la merma que, anticipan, traería un nuevo llamamiento a las urnas en diciembre. Para el PSOE, el término "abstención" está ya incorporado a la lista negra de lo impronunciable, y sólo algunos se aventuran a verbalizar el tabú acompañándolo de la apostilla elusiva de "técnica", en un intento de justificar que se trata sólo de un recurso procedimental y, como tal, debe quedar exento de todo reproche.

Es difícil debatir en torno a lo innombrable, lo que acentúa el laberinto socialista. La posición ante Rajoy está trenzada de la divergencia sobre el modelo de partido. Después de la reciente evisceración, todo en el PSOE se ha vuelto muy orgánico. Por parte de los rescatadores hay un llamamiento continuo a la disciplina interna, que acentúa las connotaciones cuartelarias del vocablo "militante". La histórica Micaela Navarro, expresidenta dimisionaria, delimitaba la naturaleza del orden interno que debe regir la organización. Por un lado están los dirigentes, en posesión de "una información más completa de las circunstancias sobre las que se van a pronunciar de la que tiene un militante de base".

Por debajo queda la tropa de choque ideológico, esos seres con carnet cuya arma exclusiva han de ser "los argumentos para defender lo que haga el partido". El viejo partido, cabría añadir, para dibujar con lí- neas bien marcadas el modelo que empieza a resentirse de forma severa de la presión de quienes quieren ampliar los ámbitos de intervención de la militancia. La podemización que detecta la jerarquía veterana va más allá de la pretensión de Sánchez de arroparse con la defensa del derecho a decidir de los afiliados. Y eso no se solventa sólo con prolongar sin fecha el estado de excepción en que ahora se encuentra el partido. Si llega la ocasión, el trago de abstenerse ante Rajoy es sólo un episodio de esa profunda batalla interna. Una falsa pacificación sería un gran paso en el avance del PSOE hacia la irrelevancia.