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Antonio Sempere

En pocas palabras

Antonio Sempere

Por las barbas de San Fernando

Por las barbas de San Fernando Gómez Grande, santo laico de gran predicamento entre los teatreros alicantinos, ¿pero qué está pasando con el Teatre Arniches, cuya programación trimestral acaba de ver la luz? Gómez Grande, primer director y programador de la sala, que entonces ni siquiera se llamaba teatro, ni era tan lujosa, ni tan confortable como la actual, se las ingenió, hace de ello más de veinte años, para que Alicante contase con un escenario alternativo y complementario al Principal al que pudiesen venir algunos de los montajes de teatro alternativo, y no tanto, que pululaban por Madrid y por otras geografías. Como quien no quiere la cosa, allí vimos obras del mismísimo Ernesto Caballero, actual director del CDN, y vimos a Andrés Lima de actor protagonista, y éxitos como «Carcajada salvaje» que nos visitaron cuando eran algo muy pequeño y casi experimental para luego convertirse en sucesos.

Analizo la programación actual del Arniches, sus «cositas», y me quedo estupefacto. Si le quitamos las actividades programadas por la Muestra de Autores y por Festitíteres, la propuesta no pasa de la una Casa de Cultura comarcal, dicho sea con todos los respetos para todas las Casas de Cultura. Pero el asunto tiene enjundia, puesto que ha transcurrido año y medio desde las autonómicas, y se supone que la programación actual ya obedece al nuevo equipo, a quienes nos prometieron, desde CulturArts, que en el Arniches íbamos a notar el cambio, y de qué manera.

Claro que, inmediatamente salto a conocer los montajes previstos en el resto de teatros públicos valencianos, y entonces entiendo todo. La programación del Teatro Principal de Valencia, sin ir más lejos, me produce estupor. Que el teatro público más señero de la tercera ciudad española ofrezca semejante panorama explica bien a las claras el criterio de programación. Prima la militancia sobre el amor al teatro. Ay, la dichosa militancia. Priman la dolçaina y Lluís Miquel, y las cosas de la tierra, algo muy lícito, sobre la prioridad de que en Valencia se vean montajes de primera línea, imprescindibles (El público de Rigola, El cartógrafo de Juan Mayorga, La clausura del amor, con Israel Elejalde y Bárbara Lennie), esos que sí visitan ciudades de menor tamaño.

Afortunadamente, los alicantinos podemos llorar sólo con un ojo. Nuestro Teatro Principal, con un presupuesto casi testimonial, nos viene presentando desde hace años una programación mucho más digna y variada. Incluso esta temporada, cuando todo hacía presagiar que iba a prevalecer la militancia, la realidad se ha impuesto (sin público no hay programación que valga) y se presenta una oferta equilibrada que trata de atender segmentos muy heterogéneos.

Pero por las barbas de San Fernando Gómez Grande, y este mensaje va dirigido a Abel Guarinos, el jefe de este negociado en Valencia, que el Arniches vuelva a ser lo que fue. Alicante se lo merece.

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