La policía francesa habla de mil novecientos cincuenta y cuatro menores que podrían haberse «radicalizado» en lo que va de año, lo cual supondría un aumento del 121 por ciento desde enero. Pero estos menores solo son el 14 por ciento de los detectados desde 2014. Lo cuenta Le Monde que añade que se trata de una población joven muy influenciable. ¿Por quién?

La respuesta incluye varias fuentes: la familia es una, aunque haya padres que denuncien a su hijo como «terrorista», pero después se retracten, como sucedió con el «sospechoso habitual» de los atentados en Chelsea, Nueva York, y Nueva Jersey.

Después está el grupo de amigos que ponen en práctica lo que un colega me ha contado sobre las «maras» centroamericanas: atracción del solitario con problemas, aportación de camaradería y ayuda mutua, trasformación de sus problemas, ritos de iniciación y... atentado. Coincide con lo que se sabe sobre la captación en las cárceles.

Las mezquitas cuentan, aunque menos de lo que encontrarían los que buscan la religión como causa de todo y por encima de los datos disponibles aunque problemáticos como todos los fácilmente manipulables como estos. Hay, sí, una legitimación religiosa para quienes no han sido particularmente religiosos y es obvio que esa religión no les hace a todos igualmente violentos. Como ha dicho el papa Francisco, violentos los hay en todas las religiones (incluso en el budismo, que era el paradigma de la no-violencia). Y no todas las mezquitas trasmiten la versión integrista del Islam que patrocina Arabia Saudita.

Ahora hay datos sobre los reclutadores. Lo que ahora se sabe de ellos (incluso con nombres y apellidos) hace pensar que lo de «lobo solitario» no acaba de ser exacto. «Lobos» tal vez sí, pero «solitarios»... Estos reclutadores trabajan desde las redes sociales, buscan y, cuando encuentran el perfil adecuado, entran a convencerle. Imagino que tendrán una cierta tasa de fracasos: ninguno de estos reclutadores es omnipotente, omnisciente y omnipresente como Dios, así que hay que darle el beneficio de la duda. Pero que tienen éxitos, eso no se duda: se sufre en atentados, miedo e inseguridad. Y aumento del rechazo hacia los posibles reclutados con lo que la probabilidad de que el reclutamiento sea un éxito aumenta considerablemente: el rechazo, la islamofobia que los yihadistas intentan fomentar en los no-musulmanes es uno de los argumentos que los reclutadores utilizan para convencer al candidato a posible «soldado», que no va a ser un «lobo solitario» sino que se va a sentir parte de un ejército que lucha por su gente y contra los que les desprecian, marginan, no les comprenden y, a veces, hasta les explotan económicamente.

Sé de países en los que el inmigrante, demandante de asilo o refugiado intenta vivir en barrios «normales» pero que la atmósfera de rechazo les lleva a cambiar su residencia a barrios en los que «todos seamos iguales»... dando así la razón a los que los rechazan («no saben vivir como nosotros», «no comparten nuestros valores ni costumbres», «viven como si estuviesen en su país -de origen-»).

Como acabo de dar a entender, han venido por muchos motivos (políticos, económicos, sociales, culturales) y se encuentran encuadrados burocráticamente (un millón de peticiones de asilo pendientes en Europa). Huyen, en pocas palabras, de pésimas condiciones en origen y quedan desplazados primero dentro de su propio país, después en los países limítrofes y, en muy pequeña cantidad, en Europa.

De los que vienen a Europa, pocos son yihadistas. Huyen, más bien, del yihadismo en origen, causante de la mayoría de atentados terroristas, a saber, los producidos en países de mayoría musulmana. También de bombardeos indiscriminados. Pero algunos, como digo, se radicalizan aquí. Incluso, de estos, muchos ya son europeos.

¿Qué hay, entonces, al lado emisor? Primero, política y petróleo, como suele suceder en la zona y no solo en la zona (uno de los últimos Materiales de trabajo, el 54 en concreto, del Centre Delàs lo explica con claridad). Segundo, el oscuro embrollo sirio, como lo llama Alberto Piris, sobre el que resulta difícil aclararse dada la cantidad de grupos, sus cambiantes e incomprensibles alianzas y el juego, por encima, de Rusia y Estados Unidos -e Israel-. Y, tercero, el proyecto de crear un estado islámico entre Siria e Irak (de ahí sus siglas, el malsonante DAESH en árabe).

Que se arreglen ellos, podría ser la reacción asustada. Pero lo que algunos temen es que la derrota del EI suponga el aumento de terrorismo en Europa. Y eso sí que no.