No es el modo, no es el modo. Así, no. Lo que está ocurriendo en el PSOE nos embarga de tristeza. Un partido de izquierda moderada, central en la historia de la democracia española se desangra a borbotones en luchas fratricidas, entre otras cosas, por los egos y por la indeterminación dubitativa del rumbo a seguir, en un contexto endemoniado, como en el presente, en que hay que tomar decisiones de enjundia, sin parapetarse en la palabrería vacua. Hay que hablar claro y por derecho, de forma inteligible. Hay muchas voces dispares (a modo de coro) y no se ve con nitidez el mensaje que se pretende. Se difumina, no hay conjunción en las ideas a proyectar. La ciudadanía no ha sido capaz de visualizar el porqué era necesario votarle y sí hacerlo, por ejemplo, a Podemos, insitos en el populismo y en el aluvión y sin bases políticas sólidas.

Seguí éste sábado las imágenes por TV, y la información por otros medios, del Comité Federal socialista y lo que vi me causó desolación y sonrojo porque militantes socialistas persiguen a los discrepantes de la gestión de la Comisión Ejecutiva tildándoles de fascistas y otras lindezas. Vergonzoso, y siento rubor y mucha pena, porque no es eso, no es eso. La militancia socialista debe dar ejemplo de sensatez, moderación y de serenidad. Así no se reconstruye -porque se está ahora mismo en ese proceso y es absolutamente necesario para el bien de la izquierda de este país y para el bien de España- una formación política socialdemócrata, nuclear, imprescindible para la estabilidad del sistema político español. Nadie lo pone en duda.

Pero convendrán que se pueden hacer las cosas mucho mejor de lo que se han hecho: dimisión en cadena de miembros de la Comisión ejecutiva del denominado sector «crítico». Estrategia que tenía por finalidad que el secretario general, ante esa masiva situación dimisionaria, haría lo propio; pero no, hay una resistencia y se producen interpretaciones jurídico-estatutarias para todos los gustos. Las imágenes que hemos visto por TV señalando quién era la «máxima autoridad» ha sido poco menos que risible, impropia de un PSOE serio, adusto, vertebrador de la sociedad. No se pueden dar esos pasos en falso, sin saber, acto seguido, lo que hay que hacer.

Pero, por encima de todo y a tenor de los hechos, que son muy tozudos, la dirección socialista tenía que haber asumido las lógicas responsabilidades políticas cuando se obtienen unos resultados tan desastrosos desde finales del año 2015 hasta ahora en elección tras elección. Son datos objetivos. No hay apasionamiento. Desde los resultados de José Luis Rodríguez Zapatero con 11 millones de votos, hasta los pírricos del presente, media un abismo. Que se debe invertir la situación es una exigencia, no partidaria, sino nacional, por interés general. No puede haber un partido hegemónico -el partido conservador- sin una oposición seria, sólida y solvente, sin un PSOE con fortaleza y con las ideas claras.

¿Se han preguntado en la dirección del PSOE el porqué de este declive y que no es de ahora? ¿Se han preguntado por qué la ciudadanía le ha dado la espalda y no encuentra en la formación socialista el instrumento o palanca de cambio social en España? Un Congreso extraordinario lo debe resolver, así como una dirección que conecte con la ciudadanía, con una sola voz y con un proyecto ilusionante diferenciado de todo atisbo populista, porque eso sería «pan para hoy y hambre para mañana». Se debe reconstruir un proyecto a medio plazo, serenamente.