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Francisco Esquivel

Ardua tarea de introspección

Juan A. Belloch, bautizado como El cochero de Drácula por el periodista José Luis Gutiérrez, contó que la caza de Roldán fue de ensueño cuando en realidad le había soltado 300 kilos a Paesa para que se lo pusiera en bandeja. A fin de redondear la proeza, el biministro se tiró el moco de que «el Gobierno no negocia» y el ex agente vio que estaba cagándola. En cuanto Laos dijo que Roldán no había pisado su territorio, el responsable de Justicia e Interior presentó la dimisión con unas ojeras que le llegaban a las cloacas. Nada más irse por la engañifa, se afilió al pesoe, ese año fue elegido diputado, vocal en la Comisión Constitucional, portavoz de Interior y Justicia y presidente de la ejecutiva regional de los socialistas aragoneses. Dos después, en primarias, candidato a regir Zaragoza de donde ha sido alcalde más de una década simultaneándolo una legislatura con la tarea senatorial hasta que el año pasado dejó los cargos. Yo diría que algo baturros sí que somos.

Es muy difícil superar el hedor que desprenden los procesos que acogen a figuras del pepé. El propio Feijóo cifró el coste en tres millones de votos. Ni eso ni el calor brindado a Rita, Bárcenas, Rus, Matas, Mato... han sido suficientes para que la dirección encabezada por Rajoy tomara las de Villadiego. Con la desaparición de éste habría caído seguramente el muro de la abstención, dado que Sánchez ha sido tan poquito que no da para convertirlo en el tapón de la gobernabilidad. Como refleja el episodio de Laos, el pesoe tiene una historia y un historial, por lo que es de barruntar que también saldrá de ésta. La pregunta es para ofrecer qué teniendo en cuenta que su respaldo es más por lo que fue que por lo que representa. ¿Volverá a debatirse de política algún día en ese partido? ¿Hay barones o puntales pedáneos perfilando propuestas atractivas y eficaces que enganchen a plebe progresista y exigente? Pues no le queda otra que recobrar el oremus con el lobo de Caperucita ahí que, para más inri, lleva el preciado nombre de Pablo Iglesias. Castigo del creador.

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