El cruento Comité Federal celebrado por el PSOE el pasado sábado sólo podía arrojar el testimonio de una muerte anunciada. Y no me refiero únicamente a la caída de Pedro Sánchez, sino a la de un partido que desde hace años inició un proceso de vaciamiento ideológico y político hasta llegar a estos lodos. Pero, a pesar de ello, ningún sensato debe frotarse las manos como una victoria porque en esta situación todos pierden.

Pierde Pedro Sánchez. Han sido dos años de liderazgo que sólo ha cosechado derrotas electorales, pérdida de referencia política, fractura del partido y una obstinación sólo sustentada por un afán personal destructivo. Apoyé en su día a Pedro pensando que podía ser capaz de liderar un proceso de innovación de la socialdemocracia en España, pero pronto tuve la certeza de que nunca tuvo esa pretensión, que se dejó arrastrar por la metodología imperante en el partido en ese momento, que era el vacuo tacticismo; y en eso otros se han erigido mejores que él. Pero el error radica en carecer de una estrategia apoyada en el pasado exitoso del partido, que, a pesar de sus errores, que no han sido pocos, ha traído el mayor progreso social y económico a nuestro país y ha democratizado sus instituciones; ese activo parece haberse volatilizado, y, en su lugar, se ha radicalizado el discurso hasta el punto de que muchos analistas afirman que la militancia del partido se ha podemizado, es decir, ha perdido su identidad y se ha arrojado a los brazos del populismo. En la misma línea, Pedro ha negado la mecánica de funcionamiento del partido; bien es cierto que la democracia directa tiene un punto de romanticismo atractivo, pero el partido dispone de una estructura basada también en la democracia, en este caso representativa, que no puede obviarse de forma sistemática, y Pedro lo ha hecho.

Pierde Susana Díaz. Los españoles han presenciado la derrota de Pedro Sánchez como un espectáculo televisado en el que se enfrentaban dos púgiles, y que uno de ellos ganaba en el último minuto por los puntos, pero que ha terminado muy herido y abatido. Susana Díaz no está exenta de responsabilidad de lo que ha ocurrido estos últimos años en el PSOE, pues fue ella la que alzó a Pedro Sánchez a la secretaría general y, tras continuos desencuentros, ha mantenido un pulso de poder que la ha desgastado como posible líder llamada a «coser» las costuras del partido.

Pierde el Partido Popular. Los dirigentes del Partido Popular no deben engañarse pensando que «a río revuelto, ganancias de pescadores». Los populares pueden ver cómo su partido se radicaliza si el PSOE se descompone y se encuentra como oposición a los populistas e independentistas, perdiendo, poco a poco, su posición de centro político y alejándose, en consecuencia, de la base electoral más numerosa, que es el electorado moderado. Por otro lado, la escisión del PSOE provocaría un trasvase de votos a Podemos, a partidos nacionalistas de izquierda y sobre todo a la abstención, incrementando las opciones electorales de estos partidos y agravando aún más la dificultad de los pactos de gobierno.

Pierde España. Perdemos todos. El PSOE ha dado estabilidad política a España. Aunque algunos se han dedicado a criticar el Régimen del 78, cierto es que este Régimen ha traído, con todos sus errores, carencias y debilidades, la paz y prosperidad a nuestro país. Y el PSOE ha colaborado en nutrir a ese Régimen de igualdad y solidaridad, dejando una huella que ya nadie se atreve a borrar, incluso la hacen suya. España necesita al PSOE. Es deseable que desde la cenizas de la noche del sábado resurja un PSOE alejado del populismo y que, recordando su pasado, venga a proponer una oferta socialdemócrata de gobierno.