Recuerdo con nostalgia los tiempos en los que el auditorio más próximo en cien kilómetros a la redonda estaba en Murcia y hasta él íbamos en peregrinación desde Alicante para llenarnos de música igual que ahora hacemos idéntico recorrido, pero para llenar nuestras casas con desmontables de Ikea. Gracias a aquellos viajes descubrimos a Cesária Évora, una caboverdiana de pies descalzos que se movía por el escenario como si toda la vida hubiera estado ahí en vez de recorriendo los garitos de su isla, disfrutamos con la sensualidad de Rodrigo Leao y no pudimos evitar mover las caderas al ritmo que desde arriba marcaba Compay Segundo con su Chan chan, su sorna y su armónico. Aquel espacio era mágico. Desde el momento que atravesábamos la puerta hasta que, borrachos de felicidad, lo dejábamos atrás y volvíamos a ser mortales, todo formaba parte de un encantamiento que, con la ayuda de una programación seductora, te hacía regresar una y otra vez ya fuera fiesta de guardar o el más gris de los lunes.
En esa época creo recordar que por Alicante ya se hablaba de aquel Palacio de Congresos que nunca fue y de una actuación integral en Campoamor cuyo vértice pivotaba en torno a un auditorio que, dada la tradición de esta ciudad en proyectos frustrados, nunca me creí. De ahí la sorpresa y la alegría que fue constatar que estaba equivocada y que Alicante iba a tener un espacio exclusivo para la música. Otro lugar con encanto que, además, estaba aquí, en el corazón de la ciudad.
Con un continente pensado para el uso y disfrute de los amantes de la música, pensé, sólo falta un contenido acorde con semejante entorno para que el sueño se haga realidad. Y el sueño se materializó hace unos días en forma de colchón. De colchón, de colchas, de cuberterías y de mantelerías antimanchas entre otros artículos que una feria del hogar ha llevado hasta el hall del edificio con el beneplácito de sus gestores. Un «gobierno provincial» que, vista esta actuación, dudo mucho de que sea consciente de lo que tiene entre manos. Eso o que busque que de nuevo pillemos carretera y manta y vayamos a buscar la música a otra parte.
