Decía el pintor noruego Edvard Munch, autor de la sobrecogedora obra El grito, que «explicar un cuadro es imposible; precisamente - continúa - porque uno no sabía explicarse de otra manera es por lo que se pintó. Con mi arte - concluye - he buscado explicarme la vida».

La cita nos ayuda a reflexionar sobre el complejo proceso que siempre conlleva la creación en cualquier disciplina artística, ya sea la pintura, la música o la literatura. Dentro del terreno literario, tal complejidad es especialmente notoria en la poesía, parcela en la que el escritor navega a través de su interior como método para poder explicar el mundo circundante, poniéndose de manifiesto el conflicto de un individuo, el poeta, que se siente ajeno a una existencia abrumadora, hastiante u opresiva, pero siempre enajenante.

Son muchos los poetas que han seguido esa senda, usando un lenguaje y una imaginería tan personal para aprehender el proceso vital, que un primer acercamiento a su obra puede producir en el lector una sensación de extrañeza e incomunicación aparente.

Esa situación puede sucedernos cuando nos asomamos a la poesía del oriolano Manuel García. En puertas de publicar su segundo poemario bajo el sugerente y revelador título de Las exploraciones, Manuel García, practicando un ejercicio de coherencia estilística, nos vuelve a ofrecer muchas de las claves que ya apareciesen en su primer poemario, Luz de los escombros (Germanía, 2014).

El lector que se adentra en la poética de este escritor no es recibido con esperanza ni efusión; muy al contrario, se ve envuelto en un mundo de devastación, desolación y ausencia de luz. Como en la entrada al Infierno de Dante, la poesía de Manuel García previene al visitante, desde los primeros versos, para que abandone toda esperanza y se prepare a vivir un alucinado trayecto por el oscuro imaginario que configura su obra. En ella, los poemas se erigen como pinceladas de un cuadro expresionista donde el hombre se manifiesta en su estado más primigenio, preso de su faceta ferina y abocado a un apocalípsis que le acecha en cualquier instante y sin necesidad de motivo alguno. En los poemas de Las exploraciones (miembros de un único organismo al igual que ocurría con los de Luz de los escombros), el ser humano ya no habita el paraíso bíblico: es un ente cercado por la violencia, condenado a naufragar y a vagar por una existencia turbia donde le asedia la podredumbre y la desesperación. El recuerdo de su pasado adánico solo le otorga amargura y la salvación se configura como una utopía que no tiene cabida en el espacio poético del autor.

Ante esta ocre pintura del mundo que Manuel García confecciona, uno no debe buscar la identificación con el poeta y su modo de ver la existencia, sino que debe actuar como el viajero experto. No interesa tanto el destino como el viaje en sí, su disfrute, aunque el paisaje sea inhóspito y desalentador, y dejarnos arrastrar por la paleta de colores, impresiones y sentimientos que emergen del poemario. Con ellos, debemos, tal como sentenciaba Munch, acometer la explicación de nuestra vida.

Manuel García presenta su segundo poemario Las exploraciones, el próximo jueves día 6 en el Casino Orcelitano de Orihuela.