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Tomás Mayoral

El nudo y la soga de Sánchez

Hay que reconocer que la situación en la que se encontraba Pedro Sánchez era realmente endiablada. Si apoyaba por omisión que Rajoy fuera de nuevo presidente, la militancia, que lo eligió mayoritariamente y que también mayoritariamente estaba en contra de hacer posible un gobierno del PP, podía romper el partido por la base. Si, por contra, volvía a intentar formar gobierno pactando inevitablemente con Podemos y el nacionalismo radical, la vieja guardia hubiera destrozado el partido por arriba.

Era un nudo gordiano que no se resolvía cortándolo por la mitad, como hizo Alejandro Magno. Porque la esencia del dilema en este caso no estaba en resolver el problema, sino en el precio que había que pagar después.

Pedro Sánchez no es una lumbrera de la política. Partamos de esa base. Y España no es Alemania, ni tampoco la España de ahora es la de la Transición que alumbró aquellos Pactos de la Moncloa que tanto se citan ahora como referente. Ni Rajoy es Suárez. Lo que le pedían los barones de su partido para desbloquear la situación tras dos elecciones generales era un paso difícil donde sólo cabía elegir entre lo malo y lo peor, y que además exigía una capacidad de convicción ante sus propias bases, por mucho que le eligieran, que Sánchez no tiene. Peor aún: si no puede convencer a los propios del gambito de entregar el Gobierno para ganarlo más adelante, aún más difícil es convencer al electorado, como se ha visto. La política es un arte para cortar nudos gordianos, pero aceptando que puedes seccionarte una mano en el intento.

Aun así, todo esto no justifica que el nudo se haya convertido en la soga con la que la vieja guardia de su partido está intentando ahorcar a su líder. Hay quien ya está hablando de «golpe interno» para definir este giro, inesperado y al tiempo previsible, de la situación, que ha parecido seguir una coreografía bien ensayada: González enciende la mecha con su entrevista en la SER e inmediatamente una parte del comité federal detona la bomba con una dimisión en bloque. (Otro día habrá que hablar del mérito de Sánchez para poner, por fin, a la prensa de Madrid de acuerdo en algo: todos están contra él). La paradoja de este movimiento casi suicida es que ha colocado al partido al borde de la fosa mientras el ahorcado sigue respirando. Sánchez puede salir de esta si consigue llegar a unas primarias y tal vez hasta barrer en ellas. La duda es si para entonces quedará algo del PSOE.

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