Un día de estos tendré que abrazarte más fuerte, no vaya a ser que te me vueles igual que la pena en un bar. Un día de estos tendremos que vernos a oscuras, la piel no conoce otra forma para ir despejando las dudas.

Debajo de mi olivo, dando las últimas boqueadas como los peces fuera del agua, escucho a Marwan, que no todo va a ser Sabina y Aute y Serrat. Aunque uno sea ya carroza, desecho de tienta, hay que estar abierto a las nuevas músicas y letras. Dice mi psiquiatra que hay que tener «resiliencia» -menuda palabrota-, o sea, capacidad para rehacerse en medio de las dificultades y las ruinas que nos aporta el día a día. Si no tienes esa «resiliencia», has palmado aunque sigas respirando, haciendo botellón en soledad y comiendo bocadillos de mortadela de aceitunas que es a lo que están llamados los pensionistas con la congelación que viene.

Mi psiquiatra se ha vuelto loco. En casa del herrero, cuchillo de palo, porque no se me ocurre nada que recetarle para que se cure de ese subidón neurasténico, la única enfermedad nerviosa que me sé porque es un nombre antiguo aunque esté en desuso por acientífica.

Mi psiquiatra me ha invitado a comer. Una cena de postín, un lujazo que tendrá lugar en el castillo de Santa Bárbara. Lo dicho, le ha dado un aire. Se juntan doscientos psiquiatras de toda España para hablar de sus cosas. ¿Qué pinto yo ahí?, -le pregunto, contestando a su invitación. ¿No me querrás presentar como caso clínico en uno de esos posters que tienen lugar en los congresos? No, me responde. Lo mío -dice- es un gesto caritativo aunque aún no haya llegado la Nochebuena: Siente un pobre a su mesa. Y yo he pensado -se explica prolijo- sentarte a ti como ejemplo de lo que una persona tiene que hacer para seguir mal un tratamiento y fracasar con él.

Perfecto -le respondo-, no me importa hacer de conejo de indias para que todo el mundo aprenda «sensu contrario» qué es lo que no hay qué hacer. Todo sea por la buena mesa con manjares que me sabrán a trapo, dado que voy a comer de gorra.

Hablemos en serio. El doctor Pérez Martín -mi amigo y psiquiatra- preside el comité organizador del XXV Congreso Nacional de la Sociedad Española de Psiquiatría Legal. ¿Qué tiene que ver la legalidad con la medicina del alma, que es lo que etimológicamente significa la palabra griega psiquiatría? Mucho. Muchísimo.

Las conductas humanas son, en infinidad de ocasiones, motivo de conflictos entre personas dispares, motivo de choque con el Derecho Penal, que tiene que entrar a saco llevando a cabo lo que los abogados llaman «el reproche jurídico», motivo de desacuerdos que tienen que ser resueltos por un tercero, el juez o el tribunal competente, salvo aforamiento que haga que se lleven el caso lejos del juez natural.

Los jueces saben mucho -eso está fuera de toda duda, que para eso han estudiado como decía el gitano del pueblo donde reinaba el alcalde Mehincho-, saben mucho pero no saben de todo. Por eso y para eso existen los peritos. De eso va este Congreso de Psiquiatría Legal del «Informe Pericial Psiquiátrico».

No hay ámbito del Derecho -dice mi amigo y psiquiatra, doctor Pérez- que no reclame la intervención del psiquiatra, de su pericia y su dictamen, como elemento básico para la aplicación de las leyes.

¿Hay un delito gordo de por medio -una muerte, unos estragos, incluso una gran estafa, que de todo se cuece en esta viña del Señor, en este Patio de Monipodio que son los tribunales-? Pues ahí interviene el psiquiatra y su pericia para dejar claro si el autor material es responsable de sus actos y puede serle endosada una condena en toda regla.

¿Hay un problema civil, de herencias, de firmas de contratos, de capacidad para negocios jurídicos? Ahí está el psiquiatra, emitiendo su informe técnico y dejando claro si la persona en cuestión es dueña de sus actos, de su inteligencia y su voluntad y sabe, por tanto, lo que está haciendo.

¿Tenemos un problema laboral, un señor que se da de baja en el trabajo porque tiene angustia situacional -algún caso me he encontrado en mi larga vida carcelaria- porque el trabajo lo deprime o le quita sentido a su existencia? El perito psiquiatra ayudará al juez para que tenga claro si hay una patología psíquica real o hay cuento moruno y ganas de liar Roma con Santiago.

Disfruten y trabajen los psiquiatras en su congreso nacional. Estudien y lleguen a conclusiones fructíferas para la seguridad jurídica y la salvaguarda de derechos de las personas humanas. Y gracias por la invitación a esa cena de gala. Agradezco que haya sido ahora, antes de que por el cambio climático, se derritan los hielos del Ártico y el Antártico y tengamos que tomarnos los cubatas calientes, que ese es un mundo que yo no quiero dejarle a mis hijos.