Muchos españoles fueron hijos de las sucesivas crisis de los años 80 y 90, hijos de padres que fueron víctimas cíclicas de las colas del paro, de las prestaciones por desempleo y de los «puntos» de ayudas a cada hijo de esta generación. Soy uno de ellos. Hijo de una España en reconversión, que tuvo que modernizar su estructura al tiempo que pasaba de la más rancia y canalla dictadura a la más moderna e incipiente democracia de Europa. Hijo de padres de la desesperación, que galopaban llevando a rastras a sus hijos a caballo entre dos mundos -el de antes y el de hoy- diferentes, divergentes y muchas veces enfrentados. Esos hijos, que por no tener tenían poco que perder, gozábamos de la tranquilidad de un sistema del Bienestar que pensaba en quién más necesitaba y menos tenía. Pensaba que había movilidad social si había política social. El «sistema» era de todos, pero su autoría no era otra que la del Partido Socialista Obrero Español (PSOE). Becas, pensiones, prestaciones, acceso al deporte y a la cultura, movilidad geográfica, apertura a Europa, etc.. venían de la nada con un sello muy claro, marcado por una rosa y un puño que nos defendía a todos.

Hoy, ese partido que tanta esperanza y tranquilidad generaba en muchas y muchas familias está al borde del colapso. Al borde la ruptura, de la autoliquidación, olvidando lo que fuimos, lo que somos y lo que queremos ser. Olvidando que hoy, en tiempos de postmodernidad pura, aún existen personas, hijos e hijas, de una España que se manifiesta injusta y que requiere medidas sociales y políticas para igualar a todos y todas en el concepto básico de igualdad de condiciones. Recetas que nadie las puede poner en marcha, ni los partidos de derechas ni los supuestos nuevos partidos que reniegan de los conceptos derecha e izquierda.

Para que nadie se quede huérfano sin PSOE al que recurrir. Sin que la sociedad española pierda su herramienta que más cambios y más profundos ha generado en el conjunto de España, en la mayoría de municipios de nuestro país, es necesario establecer un análisis desde el sosiego, grandes dosis de generosidad y mucho realismo con crudeza en las valoraciones.

Crudeza no significa ganas de herir al prójimo, puesto que pensar diferente no nos debe convertir en enemigos. El PSOE parte de una situación envenenada que venimos arrastrando desde el Congreso de Sevilla. Falta concreción de qué queríamos ser y cómo lo queríamos hacer. Así que no hicimos ningún cambio. A estas alturas, la realidad es que los socialistas no debemos ni podemos defender que ni Mariano Rajoy ni ningún miembro del PP pueda -con nuestra acción u omisión- optar a la presidencia del Gobierno. Si el PP quiere gobernar que logre por sí mismos sus apoyos. Entiendo y comparto el «no es no» del actual secretario general. Si unas terceras elecciones son malas para España, un segundo gobierno de Rajoy es aún peor.

Pero hay que ir más lejos. Con 85 diputados y una pléyade de partidos que tienen en mente el manoseado término de «sorpasso» en la cabeza, es bien complicado formar acuerdos o pactos. Sí, en unas comunidades autónomas se puede y en otras no. En España no se puede, también porque las matemáticas no lo permiten.

En este caso qué hacemos. Desde luego enredarnos en un Congreso sin saber qué papel vamos a jugar (de gobierno u oposición) no es nada práctico. ¿Seguimos en la misma situación de desgaste electoral sin ningún cambio? O actuamos. Busquemos una salida digna para todos los actores de esta situación, para no generar una situación donde unos pierdan y otros no ganen. Actuemos con generosidad y preparemos las próximas elecciones de diciembre. Sí, al presidente de España lo deben elegir los españoles, no los intereses de ningún partido. Y, bien hechas las cosas, ese presidente puede ser socialista. Desde luego en el PSOE no hay candidatos que repitan tres veces en unas elecciones sin lograr ganarlas, ni en las locales ni en las autonómicas. Un paso atrás del candidato a la presidencia, de manera pactada y acordada, debe ser básico para construir un nuevo proyecto que rompa la tendencia que veníamos arrastrando desde 2011.

Nuestro objetivo, más que excavar hacia abajo, es la búsqueda de otro candidato o candidata de consenso, que aúna a todos los socialistas, que rompa las tensiones internas y que convenza las esperanzas externas. Estamos a tiempo de ganar el futuro, de enfrentarnos con un nuevo cartel a las mismas caras de las últimas elecciones. Estamos a tiempo de evitar un drama de consecuencias incontrolables. Estamos a tiempo de evitar que muchos ciudadanos y ciudadanas se queden huérfanos, huérfanos sin el PSOE.