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Opinión

«El Instituto», irreal como la vida misma

Es difícil echar de menos la adolescencia, pero por razones que no vienen al caso la época del instituto fue la más importante de mi vida. Si alguien dijo una vez que «uno es lo que hace en las cuatro esquinas del colegio», se podría reformular la frase diciendo que lo que uno pretende ser se fragua en el instituto (cosa distinta es que lo consiga o no).

Movistar ha arrancado esta temporada los miércoles a las 22 horas con un reality de 8 capítulos que graba el último trimestre de chicos y chicas de quince años en un colegio laico concertado de Madrid. Lo mejor que se puede decir de este experimento es que es real (o irreal: a los quince años uno piensa que la vida no puede ser tan aburrida como la que viven los adultos que tiene más cerca). Grabada con cámaras robotizadas repartidas por el pasillo, la clase y la sala de profesores, uno ve con cierta tranquilidad que tampoco han cambiado tanto las cosas desde que uno pasó por ese trance: injusticias sin fin cometidas por los pérfidos profesores, parejitas enamoriscadas, marisabidillas encantadas con ellas mismas, sabelotodos que darían lo que fuera por jugar mejor al fútbol, chicos y chicas desorientados intentando buscar su sitio.

Lo mejor son las entrevistas realizadas a profesores y alumnos. Las primeras, porque ayudan a valorar a los profesores: los problemas a que se enfrentan hoy en día, los cambios que tienen que introducir en las clases para hacerlas atractivas a una generación que es digital y visual, la necesidad de actuar coordinadamente. Y las segundas, porque muestra a chavales adolescentes que, a pesar de todos los pájaros que les rondan por la cabeza, son capaces de expresarse con sentido y con criterio sobre diversas cuestiones importantes, más allá de lo que tratan de aparentar ante sus iguales para ir haciéndose, como todos, su hueco en el mundo.

El programa es más que digno, se ve bien, y huye de efectismos. A los padres que vivimos apartados del mundanal ruido que se fragua en los centros de secundaria, nos sirve para hacernos una idea de lo que pasa. Y los adolescentes que lo ven, se sienten identificados. Más que a Movistar, programas como estos le correspondería hacerlos a una televisión pública, para ayudar a un debate sobre el que todo el mundo opina (un pacto por la educación, gritan políticos de una orilla y otra; mayor autonomía y cualificación de los centros, decimos algunos padres; más presupuestos y confianza en los docentes, claman los profesores), pero sobre el que es difícil llegar a puntos de acuerdo. De la misma manera que en la sociedad española hay un consenso aceptable sobre el buen nivel del sistema público sanitario y su complementariedad con el privado, no pasa lo mismo con el sistema educativo, preso de la batalla ideológica. Unos, más a favor de la educación privada y concertada, amparados en el argumento de la libertad personal de las familias. Otros, que creemos más en un sistema público que garantice unos conocimientos de calidad, independientemente de la situación económica de tu familia, o del barrio donde vives).

Creo, además, que los institutos públicos de secundaria tienen una ventaja fundamental, que se suele tener poco en cuenta: son bastante más parecidos a la vida con la que uno se va a encontrar después. Y eso, vale su peso en oro. Pero vean mañana el documental con sus hijos (a las 22 horas, los miércoles en 0#Movistar), y luego lo discutimos?

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