El castellano tiene cosas muy buenas. Una de ellas es la Ley de Leyes de nuestra lengua a la que puede acudirse para despejar dudas sobre lo que queremos decir o para hacer llegar mejor las expresiones que tiene tan rico vocabulario, lo que, muchas veces, no resulta tan fácil como parece, porque cada uno somos de un padre y una madre y, gracias a Dios, interpretamos las cosas desde diferentes puntos de vista, puesto que la jodía vida sería muy aburrida si todos tuviésemos la misma capacidad de raciocinio e idéntica percepción de las cosas. Y lo vuelvo a hacer, vuelvo a acudir al diccionario porque considero que no hay nada mejor para enterarme de algo y, así, poder explicarme mejor para que todos me entendáis y no llevaros a equívocos cuando leáis lo que digo, que luego pasa lo que pasa y se lía una peor que la batalla de Trafalgar. ¡Vaya una tostada que os acabo de endosar!.

El caso es que busco en el diccionario «atarse los machos» y esta expresión tan taurina -¡ahí está para comprobarlo!, ¿verdad Pepe?- significa: «Disponerse para una empresa difícil; aprestar todos los bríos y recursos que uno tiene para abordarla». Los machos son los cordones rematados en unas borlas que sujetan el calzón de los toreros a las corvas, por debajo de la taleguilla. ¡Me permito esta licencia ahora que se ha desempolvado el proyecto de la Plaza de Toros!. Para hacerlo más cercano y respetuoso con los antitaurinos, «atarse los machos» es «prepararse para lo que se avecina», «armarse de coraje para afrontar algo difícil o que se prevé engorroso y complejo». Esta expresión puede utilizarse para cualquiera de las facetas de la vida, tanto pública como privada.

Siempre he dicho que «de los cobardes nunca se escribió» y que «correr es de cobardes», aunque tampoco es cuestión de hacer el Don Tancredo y esperar a que nos pille el toro sin, por lo menos, tratar de esquivar al astado negro zaíno, bragao, cuernilargo y astifino, ya que si el morlaco te empitona te quedas más jodío que «los últimos de Filipinas». Y a eso voy a parar, que o te atas bien los machos y vas a la guerra con las mismas armas que tu «enemigo» o mueres en el intento sin presentar batalla, dejándote ir y que salga el sol por Antequera.

Si es cierto lo que me han «contao», y no lo pongo en duda porque me lo soltó uno de los protagonistas de esta «piluquila» al más puro estilo «almodovariano», en Oleza se avecina un otoño tanto o más caliente que el verano, con temperaturas que pueden superar el listón que dejó muy alto Ángel Fenoll, corriendo con los gastos del transporte para «facilitar que la gente pudiera votar» en las elecciones internas del partido que hoy gobierna en el palacete de la Esquina del Pavo. En Halloween se dice aquello de «truco o trato», lo que, en según qué casos y en este bendito país que alguien parece estar dispuesto a cargarse, se podría interpretar como «susto o muerte». ¡Uuuhhh!; ¡Joder, tío, que susto!; ¡coño, haber pedido muerte!.

Desconozco -¡tampoco es que me interese mucho!- el funcionamiento interno de los partidos políticos -¡estoy casi convencido de que los propios militantes tampoco lo conocen!- , pero, según mi garganta profunda, parece que en Oleza se están afilando cuchillos y navajas, limpiando escopetas y pistolas y, en algunos casos, rastreando el mercado para, incluso, ver de comprar armas biológicas -¡ni heridos, ni prisioneros!-, porque, todo apunta a que una formación está a las puertas de un conflicto de intereses, que puede repercutir en la ciudadanía. Lo que pasa es que soy de los que piensa que antes de «llegar a las manos» convendría pedir explicaciones a quien puso todo de su parte para que, finalmente, se haya llegado a la situación en la que se encuentran los «peperos», que son los llamados a la/as contienda/urnas, lo que no pasará hasta que se celebren los congresos nacional y autonómico; o sea que, como asegura el proverbio chino, alguien todavía puede «sentarse en la puerta de su casa y esperar a que pase el cadáver del enemigo».

Los «jefes» de Valencia y los «jefecillos» de Alicante -siempre según mi «bocas»- han pedido que rueden cabezas, pero me gustaría saber ¿qué cabezas?. ¿Las de los que están en primera fila, las de los que están en las trincheras o las de los que permanecen en la retaguardia más a gusto que un arbusto, «meneando hilos», zascandileando -yendo de un lado a otro sin hacer nada de provecho- o, simplemente, tocando los huevos a «to» bicho viviente?. Por cierto, me asegura mi «corre, ve y dile» que alguien está pagando las cuotas de los militantes «gavioteros». ¿No le sobrarán unos «euricos» para pagar mi cuota de la comunidad de vecinos?. ¿Será financiación ilegal?. ¡Llamaré a Barcenas, a Rita Barberá o a Neymar Junior, que parece que entienden de eso!.

Lo dicho, o te atas bien los machos o mueres en el intento, pero si se va a morir que sea, como en la peli, «con las botas puestas»; vamos, lo que viene siendo «morir matando». ¡Emilio, no digo «na» y lo digo «to»!.