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Guerra suicida o dimisión

El resultado de las elecciones en País Vasco y Galicia pinta un panorama muy negro para el secretario general socialista, Pedro Sánchez, y por extensión para el PSOE. El principal impulsor del «no bajo cualquier circunstancia» a un gobierno del PP, ya esté encabezado por Mariano Rajoy o por otro dirigente de los populares, se ha visto superado en ambas comunidades autónomas por Podemos, al sufrir una sangría de cuatro diputados en el territorio de Feijóo, y de nada menos que siete en el campo de juego de Urkullu. Mientras tanto, el PP consolida su mayoría absoluta en Galicia y mantiene el tipo en el País Vasco, con la pérdida de sólo un parlamentario autonómico. Con el veredicto de las urnas en estas dos comunidades autónomas, la posición de los barones territoriales del PSOE, con Susana Díaz a la cabeza, de facilitar un gobierno de los populares con la abstención de parte del grupo socialista en el Congreso, gana enteros y al actual líder de los socialistas sólo le quedaría el recurso a la militancia, ya sea anticipando unas primarias para elegir candidato ante unas hipotéticas terceras elecciones, o apelando a cualquier otro tipo de apoyo de las bases. Si Sánchez opta por este camino la guerra interna está servida y si no, la única salida que le queda, después de haber abanderado una posición política que no se ha visto refrendada por las urnas ni en el País Vasco ni en Galicia, es la dimisión. Sea cual sea la decisión del secretario general de los socialistas, el escenario político que se abre para la, por ahora, segunda fuerza política a nivel del Estado español no puede ser más incierto para su futuro inmediato. La crisis interna que se aventura se va a desatar en el PSOE, ya sea por la vía del enfrentamiento o de la dimisión, va a debilitar aún más a esta formación y la dejará en tremenda precariedad ante una hipotética repetición de los comicios generales. En estas circunstancias, son ahora los socialistas, por instinto de conservación, los primeros interesados en evitar esas elecciones para no mermar aún más su base electoral y arriesgarse, esta vez sí, al «sorpasso» de Podemos. El dilema del PP, mientras tanto, es que le dejen gobernar con lo que ahora tiene o que le fuercen a unos comicios que podría ganar por mayoría absoluta.

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